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inteligencia y a su autenticidad, que, al amparo de la seguridad<br />
afectiva de su madre, pudieron desarrollarse durante sus primeros<br />
años de vida. Pero a los trece años el joven ingresó en la academia<br />
militar y sufrió lo indecible con la disciplina a la que tuvo<br />
que someterse. Como más tarde le sucederá al joven Nietzsche,<br />
contraerá numerosas enfermedades, apenas si podrá concentrarse,<br />
en ocasiones pasará semanas en la enfermería y<br />
acabará contándose entre los peores alumnos. Este descenso de<br />
su rendimiento se deberá a sus enfermedades; es evidente que a<br />
nadie se le ocurrió que la cruel y absurda disciplina del internado,<br />
donde tuvo que pasar ocho años, destrozó totalmente su <strong>cuerpo</strong> y<br />
sus energías. No encontró, para expresar su necesidad, otro lenguaje<br />
que las enfermedades, el lenguaje mudo del <strong>cuerpo</strong>, que<br />
durante siglos no fue comprendido.<br />
Friedrich Burschell escribió lo siguiente de esta escuela:<br />
«Allí se descargó el desbordante patetismo de un joven sediento<br />
de libertad que, en los años de mayor susceptibilidad, debió de<br />
sentirse encarcelado, pues las puertas del recinto no se abrían<br />
más que para el paseo obligatorio que los alumnos daban bajo<br />
vigilancia militar. Durante estos ocho años, Schiller no tuvo<br />
prácticamente ni un día libre, sólo de vez en cuando disponía de<br />
un par de horas. Por aquel entonces no se conocían las vacaciones<br />
escolares, no había permisos. <strong>El</strong> transcurso del día estaba<br />
regulado de manera militar. En los grandes dormitorios los despertaban<br />
en verano a las cinco y, en invierno, a las seis. Los suboficiales<br />
supervisaban los baños y que las camas estuvieran bien<br />
hechas. Después los alumnos marchaban hasta la sala de maniobras<br />
para formar, de ahí pasaban al comedor para el desayuno,<br />
consistente en pan y sopa de harina. Toda actividad estaba reglada:<br />
sentarse, entrelazar las manos para rezar, la marcha. De<br />
siete a doce había clases. A continuación venía la media hora en<br />
la que Schiller recibía la mayoría de las reprimendas y lo