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de pequeño no experimentó el amor a veces lo anhela durante<br />
toda su vida. Este anhelo, que abarca un gran número de expectativas,<br />
sumado al miedo, es el caldo de cultivo adecuado para el<br />
sostenimiento del cuarto mandamiento. Y éste encarna a la perfección<br />
el poder del adulto sobre el niño, algo que reflejan inequívocamente<br />
todas las religiones.<br />
En el presente libro expreso la esperanza de que, mediante el<br />
aumento del conocimiento psicológico, el poder del cuarto mandamiento<br />
pueda reducirse en favor del cuidado de las necesidades<br />
biológicas vitales del <strong>cuerpo</strong>; entre otras, las necesidades de verdad,<br />
de lealtad a uno mismo, a sus percepciones, sentimientos y<br />
conocimientos. Cuando en una comunicación auténtica se aspira<br />
a una exteriorización pura, uno se desprende de todo aquello que<br />
se basa en la mentira y la hipocresía. Entonces ya no se puede<br />
pretender una relación en la que uno finja albergar sentimientos<br />
que no posee o reprima otros que claramente siente. <strong>El</strong> amor que<br />
excluye la sinceridad no puede llamarse amor.<br />
Estas ideas pueden resumirse en los siguientes puntos:<br />
1. <strong>El</strong> «amor» que siente el niño maltratado hacia sus padres<br />
no es amor. Es un vínculo cargado de expectativas, ilusiones y<br />
negaciones que exige un alto precio a todos los implicados.<br />
2. <strong>El</strong> precio de este vínculo lo pagan en primer lugar los propios<br />
niños, que crecieron con el espíritu de la mentira, porque de<br />
manera automática se les infligió aquello que, supuestamente, a<br />
uno le «fue beneficioso». Tampoco es raro que esta persona en<br />
cuestión pague su negación con problemas de salud, ya que su<br />
«gratitud» se opone a la sabiduría de su <strong>cuerpo</strong>.<br />
3. <strong>El</strong> fracaso de muchas terapias se explica por el hecho de que<br />
muchos terapeutas han caído en la trampa de la moral tradicional<br />
e intentan también arrastrar a sus pacientes a la misma, porque<br />
no conocen otra cosa. Por ejemplo, en cuanto la paciente empiece