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El cuerpo nunca miente - Alice Miller

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cabía ninguna duda de que pronto encontraría una. A los pocos<br />

días me comunicó que había encontrado una casa que le gustaba<br />

más que la de sus padres y cuyo alquiler, además, era más bajo.<br />

¿Por qué tardó tanto en ocurrírsele una solución tan sencilla?<br />

Porque en la casa de sus padres Andreas tenía la esperanza de obtener<br />

de ellos, al fin, aquello que de pequeño tanto había anhelado.<br />

Pero lo que no le habían dado de niño tampoco podían<br />

dárselo de adulto. Seguían tratándolo como si fuera su propiedad,<br />

no le escuchaban cuando expresaba sus deseos y daban por sentado<br />

que él tenía que reformar la casa e invertir dinero en ella sin<br />

recibir nada a cambio, porque eran sus padres y creían que estaban<br />

en el derecho de hacerlo. Él también lo creía. Fue al hablar<br />

con un testigo cómplice, para lo que yo misma me ofrecí, cuando<br />

abrió los ojos. Entonces se dio cuenta de que estaba dejándose<br />

utilizar como en la infancia y de que aún consideraba que tenía<br />

que estar agradecido por ello. Ahora ya podía renunciar a la<br />

ilusión de que sus padres algún día cambiarían. Unos meses después<br />

me escribió:<br />

«Mis padres intentaron hacerme sentir culpable cuando me<br />

fui de la casa. No querían dejarme ir. Cuando vieron que ya no<br />

podían obligarme a nada, me ofrecieron bajar el alquiler y devolverme<br />

parte del dinero que les había pagado. Entonces me di<br />

cuenta de que no había sido yo quien había salido ganando con<br />

el contrato, sino ellos. No accedí a ninguna de sus propuestas,<br />

pero el proceso entero no estuvo exento de dolor. Tuve que ver<br />

claramente la verdad. Y eso me dolió. Sentí el dolor del niño que<br />

fui, que <strong>nunca</strong> fue amado ni escuchado, al que <strong>nunca</strong> se le prestó<br />

atención y que siempre se dejó utilizar con la esperanza de que<br />

algún día todo fuera distinto. Y entonces ocurrió el milagro, y<br />

cuanto más sentía más adelgazaba. Ya no necesitaba el alcohol<br />

para velar mis sentimientos, tenía la cabeza clara y, cuando a

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