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El cuerpo nunca miente - Alice Miller

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Susan y no necesitaba someterse a los dogmas que la generación<br />

anterior había considerado lógicos.<br />

Así que Anita se despidió de Susan y encontró un grupo de<br />

gente de su edad, cuyas experiencias terapéuticas eran similares a<br />

las suyas y que buscaban formas de comunicación despojadas de<br />

toda carga educativa. En él obtuvo la aprobación que necesitaba<br />

para escapar al magnetismo familiar y no creer en teorías que no<br />

le convencían lo más mínimo. La depresión desapareció y la anorexia<br />

tampoco retornó.<br />

La anorexia nerviosa se considera una enfermedad muy compleja<br />

que a veces tiene un desenlace fatal. La persona muere<br />

lentamente. Sin embargo, para entender esta enfermedad, es preciso<br />

que comprendamos lo que esta persona sufrió de pequeña y<br />

el suplicio anímico que vivió a manos de sus padres, que le negaron<br />

el alimento emocional esencial. Esta afirmación produce tal<br />

malestar entre los médicos que éstos prefieren sostener que la anorexia<br />

es incomprensible y que puede paliarse con medicamentos,<br />

pero no curarse del todo. En suma, un malentendido, pues la historia<br />

explicada por el <strong>cuerpo</strong> es ignorada y sacrificada en el altar<br />

de la moral en nombre del cuarto mandamiento.<br />

Anita aprendió —primero con Nina, después con Susan y, finalmente,<br />

con el grupo— que estaba en su derecho de sentir la necesidad<br />

de una comunicación «nutricia», que no tenía que renunciar<br />

más a este alimento y que no podía estar cerca de su madre<br />

sin pagarlo con depresiones. Eso le bastó a su <strong>cuerpo</strong>, que desde<br />

entonces ya no tuvo que hacerle advertencias, porque Anita respetaba<br />

las necesidades de éste, por las que, siempre que fuera fiel<br />

a sus sentimientos, ya no dejaba que nadie la culpara.<br />

Gracias a Nina, Anita experimentó por primera vez en el hospital<br />

que uno puede recibir calor humano y simpatía sin necesidad<br />

de exigencias ni acusaciones por la otra parte. Luego tuvo la<br />

suerte de encontrar en Susan una terapeuta que podía escuchar y

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