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El cuerpo nunca miente - Alice Miller

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Le he explicado claramente por qué estoy cambiando y que<br />

quiero incluirlo a él, que no quiero excluirlo.<br />

»Su respuesta no fue inmediata. Temía su enfado, que se impacientara<br />

porque siempre me estoy rompiendo la cabeza, temía<br />

su rechazo, pero esperaba una opinión sobre lo que le había escrito.<br />

En vez de eso, y tras varios días de espera, recibí una carta,<br />

que me escribió desde donde estaba pasando él las vacaciones y<br />

que me dejó boquiabierta. Me daba las gracias por la carta, pero<br />

no mencionaba para nada su contenido. En cambio, me explicaba<br />

lo que hacía en vacaciones, las excursiones por la<br />

montaña que tenía previstas y con quién salía por las noches.<br />

Ahora sí que estaba hecha polvo. Mi sentido común me decía<br />

que le había pedido demasiado. Que no estaba acostumbrado a<br />

interesarse por los sentimientos de los demás, menos aún por<br />

los suyos propios, y que por eso mi carta no había servido absolutamente<br />

de nada. Pero, si quería tomar mis sentimientos en<br />

serio, esta reflexión sobre el sentido común no me ayudaba<br />

nada. Me sentía como aniquilada, como si no hubiese escrito<br />

nada en absoluto. ¿Quién soy para que me traten como si no<br />

fuera nadie?, pensaba. Sentí que se me partía el alma.<br />

»En la terapia con Susan, al conectar con mis sentimientos,<br />

lloré como una niña que corre el peligro cierto de que la maten.<br />

Por suerte, Susan no intentó disuadirme de este sentimiento y<br />

decirme que ya no había peligro. Me dejó llorar, me abrazó<br />

como si fuera una niña, me acarició la espalda y en ese momento<br />

entendí por primera vez que durante toda mi infancia lo<br />

único que había conocido era la aniquilación de mi alma. Lo que<br />

acababa de vivir con Klaus, que, simplemente, había ignorado<br />

mi carta, no era nada nuevo. Era algo que conocía muy bien,<br />

desde hacía mucho tiempo. Lo único nuevo era que, por primera<br />

vez, podía reaccionar a esta vivencia con dolor, que podía sentir<br />

el dolor. En mi infancia nadie estuvo ahí para facilitarme esto.<br />

Nadie me abrazó ni me mostró tanta comprensión como la que<br />

ahora sentía en compañía de Susan. Primero el dolor me resultó

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