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esconderse más. Sólo entonces sabrá que éste es el alimento que<br />
ha estado buscando durante toda su vida.<br />
<strong>El</strong> «virtuoso del hambre» de Kafka no le puso nombre a este<br />
alimento, porque tampoco Kafka podía nombrarlo; de pequeño no<br />
conoció una comunicación verdadera. Pero sufrió lo indecible por<br />
esta carencia; todas sus obras no describen otra cosa que comunicaciones<br />
defectuosas: <strong>El</strong> castillo, <strong>El</strong> proceso, La metamorfosis…<br />
En todas estas historias sus preguntas <strong>nunca</strong> son escuchadas,<br />
reciben extrañas tergiversaciones como respuesta y el individuo<br />
se siente totalmente aislado e incapaz de hacerse oír.<br />
Algo parecido le sucedió a Anita Fink durante largo tiempo. En<br />
el origen de su enfermedad estaba el anhelo <strong>nunca</strong> satisfecho de<br />
un contacto auténtico con sus padres y sus amigos. <strong>El</strong> hambre era<br />
indicio de la carencia, y Anita al fin logró curarse cuando percibió<br />
que había personas que querían y podían entenderla. Desde septiembre<br />
de 1997, Anita, que entonces tenía dieciséis años, empezó<br />
a escribir, en el hospital, un diario:<br />
«Lo han conseguido, he aumentado de peso y tengo más esperanzas.<br />
No, no son ellos los que lo han conseguido, desde el<br />
principio no han parado de darme la lata en este horrible hospital;<br />
ha sido todavía peor que en casa: tienes que hacer esto,<br />
tienes que hacer lo otro, esto puedes hacerlo y esto no, quién te<br />
has creído que eres, aquí se te ayudará pero tienes que confiar y<br />
obedecer, si no nadie podrá ayudarte. ¡Maldita sea! ¿De dónde<br />
sale vuestra arrogancia? ¿Cómo voy a curarme si sigo vuestras<br />
estúpidas órdenes y no soy para vosotros más que una ridícula<br />
pieza de vuestra maquinaria? Me moriría. ¡Y no quiero morir!<br />
Es lo que decís de mí, pero es mentira, es absurdo. Quiero vivir,<br />
pero no como se me ordena, porque entonces podría morir.<br />
Quiero vivir como la persona que soy. Pero no me dejan. Nadie<br />
me deja. Todos tienen planes para mí. Y con estos planes acaban<br />
con mi vida. Esto es lo que me hubiese gustado decirles, pero