Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
6<br />
La droga, el engaño al <strong>cuerpo</strong><br />
En mi infancia tuve que aprender a reprimir mis reacciones espontáneas<br />
a las afrentas —reacciones como la rabia, la ira, el dolor<br />
y el miedo— por temor a un castigo. Más tarde, en mi etapa escolar,<br />
me sentía incluso orgullosa de mi capacidad de autocontrol y<br />
de mi contención. Creía que esta capacidad era una virtud, y esperaba<br />
verla también en mi primer hijo. Sólo cuando pude liberarme<br />
de esta actitud me fue posible entender el sufrimiento de un<br />
niño al que se le prohíbe reaccionar de manera adecuada a las<br />
heridas y experimentar su forma de relacionarse con sus emociones<br />
en un entorno favorable, para que más adelante, en su<br />
vida, en vez de temer sus sentimientos encuentre en ellos una<br />
orientación.<br />
Por desgracia, a mucha gente le ha ocurrido lo mismo que a<br />
mí. De pequeños no se les permitió mostrar sus emociones, por lo<br />
que no las vivieron y más tarde las anhelaron. En las terapias algunos<br />
han conseguido encontrar sus emociones reprimidas y<br />
vivirlas, con lo que éstas se han transformado en sentimientos<br />
conscientes que la persona puede entender desde su propia historia,<br />
y ya no necesita temer. Sin embargo, otros han rechazado<br />
este camino porque no han podido o no han querido confiar a<br />
nadie sus trágicas experiencias. Son los que en la actual sociedad<br />
de consumo se sienten como en casa. Es de buen tono no mostrar<br />
los sentimientos salvo en un estado excepcional, el producido tras