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El cuerpo nunca miente - Alice Miller

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La droga, el engaño al <strong>cuerpo</strong><br />

En mi infancia tuve que aprender a reprimir mis reacciones espontáneas<br />

a las afrentas —reacciones como la rabia, la ira, el dolor<br />

y el miedo— por temor a un castigo. Más tarde, en mi etapa escolar,<br />

me sentía incluso orgullosa de mi capacidad de autocontrol y<br />

de mi contención. Creía que esta capacidad era una virtud, y esperaba<br />

verla también en mi primer hijo. Sólo cuando pude liberarme<br />

de esta actitud me fue posible entender el sufrimiento de un<br />

niño al que se le prohíbe reaccionar de manera adecuada a las<br />

heridas y experimentar su forma de relacionarse con sus emociones<br />

en un entorno favorable, para que más adelante, en su<br />

vida, en vez de temer sus sentimientos encuentre en ellos una<br />

orientación.<br />

Por desgracia, a mucha gente le ha ocurrido lo mismo que a<br />

mí. De pequeños no se les permitió mostrar sus emociones, por lo<br />

que no las vivieron y más tarde las anhelaron. En las terapias algunos<br />

han conseguido encontrar sus emociones reprimidas y<br />

vivirlas, con lo que éstas se han transformado en sentimientos<br />

conscientes que la persona puede entender desde su propia historia,<br />

y ya no necesita temer. Sin embargo, otros han rechazado<br />

este camino porque no han podido o no han querido confiar a<br />

nadie sus trágicas experiencias. Son los que en la actual sociedad<br />

de consumo se sienten como en casa. Es de buen tono no mostrar<br />

los sentimientos salvo en un estado excepcional, el producido tras

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