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El cuerpo nunca miente - Alice Miller

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Y, sin embargo, consideramos que este absurdo es normal. Es<br />

asombroso que incluso terapeutas y autores universalmente reconocidos<br />

no hayan podido aún desprenderse de la idea de que<br />

perdonar a los padres es la coronación de una terapia exitosa.<br />

Aunque en la actualidad esta convicción se defiende con menor<br />

seguridad que hace algunos años, como era el caso, las expectativas<br />

a ella vinculadas son incalculables y contienen el mensaje:<br />

«Pobre de ti si no cumples el cuarto mandamiento». Es cierto que<br />

dichos autores suelen creer que no hay que darse prisa y perdonar<br />

al comienzo de la terapia, sino que primero hay que aceptar las<br />

emociones fuertes, pero la mayoría coincide en que algún día uno<br />

tiene que haber logrado la madurez adecuada. Estos expertos dan<br />

por sentado que es bueno e importante que, al final, uno pueda<br />

perdonar a los padres de todo corazón. A mi juicio, esta opinión<br />

desorienta, porque nuestro <strong>cuerpo</strong> no consta sólo de corazón, y<br />

nuestro cerebro no es sólo un contenedor al que en la clase de religión<br />

se le meten estos disparates y contradicciones con calzador,<br />

sino un ser vivo con una memoria absoluta de aquello que le ha<br />

sucedido. Quien perciba esto en su totalidad tal vez diga: «Dios no<br />

puede pedirme que crea algo que me parece contradictorio y perjudica<br />

mi vida».<br />

¿Podemos esperar de los terapeutas que, si es necesario, se<br />

opongan al sistema de valores de nuestros padres para acompañarnos<br />

hacia nuestra verdad? Estoy convencida de que, cuando<br />

uno inicia una terapia, puede y hasta debe esperarlo, sobre todo si<br />

ya ha llegado a un punto en el que puede tomar en serio el mensaje<br />

de su <strong>cuerpo</strong>. Esto me escribió, por ejemplo, una joven llamada<br />

Dagmar:<br />

«Mi madre tiene una enfermedad de corazón. Me gustaría ser<br />

simpática con ella, hablar con ella junto a su cama, e intento ir a<br />

verla tan a menudo como puedo. Pero cada vez me entra un

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