Decargar libro - Manuel Requena
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" 335"<br />
imprimiste cuando lo creaste. Porque tu Hijo es engendrado, no creado, eterno<br />
como Tú, y de tu misma esencia, pero el nombre de Jesús, que le diste en la tierra,<br />
el que lleva puesto por José, que hizo de padre, ése sí lo creaste para El, y para mí.<br />
Para que yo lo pronunciara, y lo llamase.<br />
Por eso lo untaste de tu bálsamo santo de perdonar pecados, y de sanar heridas, y<br />
de abrir ojos ciegos, y de restaurar la salud física del hombre, como signo de que<br />
tiene poder de actuar también, en esa cara interior nuestra, que es capaz de mirar<br />
hacia ti, y hasta de verte si tiene el ojo limpio.<br />
Enséñame a decir Jesús, de tal forma, que lo entiendan los hombres, y sea el<br />
sortilegio que les abra el alma a la Luz que le has puesto a su nombre. Enséñame a<br />
nombrarlo, con la delicadeza de María, y el respeto enorme con que lo haría José,<br />
que se lo puso. Porque ese fue todo su Evangelio de hombre humilde, poner<br />
nombre a tu Hijo, y le puso el que el Ángel le dijo en aquel sueño: “ se llamará<br />
Jesús”. Ese fue y sigue siendo, el nombre santo que cantó María en el Magnificat, y<br />
el nombre grande ante el que se doblará toda rodilla en el cielo y en la tierra.<br />
Enséñame a nombrarlo, como lo nombras Tú, Padre, cuando sale engendrado de<br />
Tí. Dicen tus Evangelios, que le llamaste tu Hijo amado, en quien te complaciste,<br />
pero Jesús, fue tu Ángel el que lo pronunció. Y José de Nazaret, el que nos lo<br />
enseñó. ¿ Y Tú, cómo lo llamas en vuestra intimidad? Aunque quizás llamar sea<br />
cosa solo de los hombres, que andamos siempre lejos y por fuera unos de otros y<br />
de Ti. Quizás entre vosotros no cabe la llamada, porque siempre estáis presentes el<br />
uno para el otro en la totalidad del mismo ser que sois.<br />
Dame Padre, pronunciar su nombre como si fuera la llave que me abra la entrada a<br />
su persona, y que cada vez que lo pronuncie, derrame el cielo gracia suficiente<br />
para seguir el camino junto con los míos, que son todos los hombres de este tiempo<br />
y de esta tierra que va por tus espacios del cosmos, y que llamamos nuestra casa, y<br />
hasta madre nuestra, la llaman algunos, y que estamos destrozando, por desgracia.<br />
Enséñame la magia del amor que tiene el nombre de Jesús, y te daré gracias<br />
pronunciándolo, y se realizará el milagro de su presencia en mí, y habrá tenido<br />
éxito tu creación: la abundancia del fruto de unos labios que pronuncian su<br />
nombre.<br />
Jesús<br />
tu nombre sabe a gloria<br />
y azul<br />
se tiñe el cielo que limpia en la memoria<br />
tu cruz<br />
se vuelve el centro vivo de la historia<br />
Siento que tu nombre, así solo, Jesús, deja un sabor a dulce, pero no puedo<br />
quitarme la impresión que me han transmitido algunos de los que lo han<br />
pronunciado en mi presencia muchas veces, de ser empalagoso, casi cursi, o de una