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Decargar libro - Manuel Requena

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" 99"<br />

es), todo lo ve prendido a la palabra, ligado esencialmente a la Palabra. La Palabra<br />

no solo lo describe todo, sino que lo crea todo, lo sostiene todo, lo llena todo, lo<br />

termina todo. Absolutamente todo se hizo por El, y fuera de El no puede ser nada,<br />

nos ha dicho en el Evangelio.<br />

Es la actitud que le lleva a decir en la carta, lo que 'vimos con nuestros ojos'. Ver<br />

con los ojos de Apóstol, que son el 'nuestros ojos' de la carta, no es una tautología,<br />

sino una definición preciosa de la fe de la iglesia primitiva apostólica. A Jesús y su<br />

actuación, lo vieron muchos, lo tocaron muchos, lo oyeron muchos en su tiempo,<br />

pero no con 'los ojos de ver' ni las manos de acariciar, ni los oídos de oír, de<br />

aquellos a los que se refiere Juan. 'Lo que vimos con nuestros ojos,' es una forma de<br />

limitar y definir el grupo de los creyentes. Quien no tenga la experiencia de la Luz,<br />

no sabe lo que significa 'ver con los ojos de la fe'. Es con esos ojos de ver la<br />

totalidad, la plenitud de la obra de Jesús, con los que se va a entrar en el mundo de<br />

experiencia, del acto expresado en el tercer verbo del prólogo de la carta, la<br />

contemplación admirativa del Verbo.<br />

'LO QUE CONTEMPLAMOS, Y NUESTRAS MANOS ACARICIARON'<br />

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Es la experiencia suprema de San Juan, referida a una función interna total, la<br />

contemplación, y a una externa de cercanía y ternura exquisita, la caricia cálida de<br />

aquel cuerpo bendito, que llevaba en su interior al mismo Verbo de Dios. El tacto<br />

comprensivo de aquella carne nacida de la virginidad de María, que era como el<br />

entorno, envolvente de la Palabra de la Vida, que se estaba manifestando así.<br />

Realmente es un ambiente navideño el del Prólogo de la carta, que presupone y<br />

conecta con Jn, 1,14: 'La Palabra se hizo carne y habitó (escenificó) entre nosotros’. Es esa<br />

carne del Verbo, la que Juan acaricia, y la que se convierte en fuente de su<br />

contemplación y de todos sus escritos. La proclamación del mensaje evangélico es,<br />

de alguna forma, una experiencia privilegiada de esa 'carne del Verbo’, también<br />

para el que la recibe y la interpreta con los ojos de la fe, y en este caso para quien la<br />

‘acaricia’ con las manos de la fe.<br />

El gran mensaje de Juan no termina diciendo que la Palabra de la Vida se hizo<br />

carne, el gran mensaje, implícito en todos sus escritos, y casi expreso en el prologo<br />

de la primera carta, es que aquella carne, aquella persona completa de Jesús de<br />

Nazaret, hombre y Dios, se ha vuelto a hacer palabra. La Palabra de Dios se ha<br />

hecho ahora palabra de hombre, palabra de Apóstol, Evangelio de Apóstol,<br />

testimonio de Apóstol, que sigue produciendo la misma 'koinonía', la misma<br />

comunión que la presencia audible, visible, contemplable, acariciable en la carne<br />

de Jesús de Nazaret, en su etapa de vida terrena. La Palabra de Vida, eterna,<br />

dirigiéndose hacia el Padre, es experimentable en la comunión de la Iglesia que se<br />

construye en esa misma Palabra, por la predicación, oral y escrita de los Apóstoles,<br />

y por los signos sacramentales, en especial la Eucaristía.<br />

ALREDEDOR DEL VERBO DE LA VIDA

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