Decargar libro - Manuel Requena
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final del silencio de las sombras.<br />
LOS TESTIMONIOS DE JUAN BAUTISTA<br />
Cuando la Luz, Jesús de Nazaret, pasó por la tiniebla del Jordán, hubo por fin un<br />
hombre que lo vio, y dio testimonio de la luz, y dijo “ahí va la luz, es el Esposo, el<br />
hombre del Espíritu....” y los que fueron capaces de escuchar, lo siguieron y<br />
VIERON... y se quedaron con El aquel día, el día en que les alumbró el auténtico<br />
Sol. Para Juan empieza la Epifanía, la manifestación de Jesús como Palabra viva,<br />
eterna y recreadora, cuando el Bautista señala con su dedo, y testimonia, que allí<br />
estaba el Grande, el que venía de arriba, “que estaba detrás y ahora se ha puesto<br />
delante”. Es decir, El es el que ha pasado de mi lugar de sombras, de mi espalda,<br />
“detrás de mí”, a mi zona de luz donde mis ojos ven, “delante de mi”, donde le<br />
experimento. Y ese es, en síntesis, el proceso de toda conversión. Por algún<br />
testimonio se me pone delante la luz, y ya, si quiero, solo tengo que seguirla, hasta<br />
donde me sienta llamado, incluso hasta quedarme con Él en su día eterno. La<br />
vergüenza y el remordimiento del alma, y también la sorpresa, son el primer<br />
sentimiento al ver nuestra torpeza, y descubrir que siempre ha estado ahí, detrás<br />
de mí, persiguiéndome y viendo lo que hacía, y ahora se me pone delante. El me<br />
conoce entero, y puede decirme todo lo que he hecho, como a la samaritana del<br />
pozo.... y aún así, para mí es un desconocido. Es todo el proceso de conversión que<br />
predicaba Juan Bautista, y que termina en el conocimiento del Verbo de la Vida.<br />
Aparte de la figura espléndida de Juan Bautista, capaz de reconocer la cercanía del<br />
Verbo, incluso estando los dos aún en el vientre de sus madres, el mecanismo de la<br />
Epifanía, de la manifestación de la Luz, queda esbozado en los dos testimonios de<br />
Juan que recoge el prólogo. Reconocer la luz, y decir “ahí está, ése es”... supone la<br />
virtud de la “diacrisis”, la discreción de espíritus, que sabe distinguir la luz de la<br />
tiniebla, y señalar cual es. Esa virtud y el resultado de su acción, es además<br />
contagiosa, y por decirlo de alguna forma, se pega a los que están cerca, y<br />
entienden el testimonio.<br />
Juan Bautista vio la Luz, la anunció, y los que eran de la luz lo siguieron: Juan no<br />
era la luz, el luminoso era Jesús de Nazaret, pero Juan el Bautista, empezó la obra<br />
de la Iglesia, reconociendo al esposo y dando testimonio de que está aquí, que su<br />
presencia es una realidad. Juan Bautista no solo lo dice, sino que lo grita. Quizás<br />
deberíamos también hoy, aprender a gritar diciendo (kekragen legon) lo que Juan<br />
prologa en su síntesis: “el que estaba viniendo trás de mí, ya se ha puesto delante<br />
de mi, (y aquí está, este es) porque es primero que yo, o porque ahora es lo primero<br />
para mí (protos mou en), Y de su ‘pleroma’ todos nosotros hemos recibido. Después<br />
lo comentaré el sentido que le veo al ‘pleroma’ que nos trajo Jesús, ahora dejar<br />
claro que el mensaje y la postura de Juan Bautista, último testimonio de la Antigua<br />
Alianza, y primero de lo Nuevo, abre una luz determinante para el que quiera<br />
experimentar la presencia del Verbo, que pasa por nuestras vidas cada día, mas<br />
veces de lo que sospechamos, escondido entre la gente y las situaciones. La