Decargar libro - Manuel Requena
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Desde que me recuerdo en camino de respuesta a su vocación personal, estoy<br />
haciendo ‘cristos’, tallas de crucifijos.<br />
Lo que hizo Jesús en su aventura terrestre, o al menos lo que nos cuentan los<br />
Evangelios, aún sabiendo siempre a poco, son inspiración constante para la<br />
auténtica alabanza. Le doy todo mi agradecimiento y lo alabo también con la<br />
palabra, porque me ha dejado trasladar a madera mi imaginación sobre su rostro, y<br />
el de su Madre, y el del que era tenido por su padre, José de Nazaret, mi patrono y<br />
favorecedor, porque al fin y al cabo, el conocía mejor que nadie la madera y el<br />
rostro de Jesús, y el de María, en todas sus posturas, y en sus rasgos, en sus<br />
miradas y en sus gestos, en sus alegrías y sus tristezas.<br />
Trabajar en la preparación de la liturgia, de su 'ambiente', de sus signos, de su<br />
orden, es una parte humilde de alabanza, pero que tiene una intimidad con El muy<br />
especial. Lo saben bien los llamados a ello, y de forma especial los que preparan la<br />
palabra y el canto. Pero desde un artista o un imaginero, hasta un sacristán, o una<br />
limpiadora, están haciendo la obra principal del cristianismo, la alabanza.<br />
Personalmente pienso que cuando quiero cumplir con el salmo que invita a la<br />
aclamación, lo tengo que hacer no solo con la voz, sino con todo, con el trabajo, con<br />
el arte, con la diversión y la alegría, con la música, y con el testimonio ante quien<br />
se me ponga cada día por delante.<br />
Nadie puede aclamar, o ensalzar a Dios, sin la presencia de la luz de Cristo<br />
‘enclamado’, hecho aclamación concreta, de una comunidad concreta de alabanza.<br />
Que el Padre de las luces nos diga a cada uno cómo debe ser nuestra<br />
proclamación, nuestra aclamación, que haga externa, en la comunidad, la alabanza<br />
interna.<br />
DEMOS VITORES<br />
Es una forma de aclamar: dar vítores. En castellano ya lo hacemos con esa vieja<br />
exclamación, hoy en desuso, de ¡vive Dios!, que me parece mucho mas precisa que<br />
la desiderativa de ¡viva Dios!, porque Él siempre está vivo, y es el que hace vivir.<br />
Salvo que los vítores, los deseos de que viva Dios, se refieran a 'que viva en<br />
nosotros', viniendo a hacer mansión en nosotros, como nos puso Jesús de meta de<br />
la experiencia humana, y así nos lo cuenta S. Juan. Entonces sí tiene su sentido<br />
andar gritando todo el día, ¡vive!, ¡viva!, ¡ven a vivir....! y es seguro que si lo<br />
llamamos así, vivirá en nosotros el Señor. Puede que sea el auténtico sentido del<br />
‘dar vítores,’ al que invita el salmo.<br />
El resumen de oración, hasta ahora, es: “ven y vive en mi”