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gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro

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escates armados, pero Villamizar lo tuvo en cuenta por si se llegaba al p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> que no<br />

hubiera otra alternativa. En todo caso, fue tal vez el único secreto que no compartió con<br />

Rafael Pardo.<br />

Estos datos le crearon a Beatriz <strong>un</strong> problema <strong>de</strong> conciencia. Se había comprometido con<br />

Maruja a no dar pistas que permitieran intentar <strong>un</strong> asalto a la casa, pero tornó la grave<br />

<strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> dárselos a su hermano, al comprobar que éste estaba tan consciente como<br />

Maruja, y corno ella misma, <strong>de</strong> la inconveniencia <strong>de</strong> <strong>un</strong>a solución armada. Y menos cuando<br />

la liberación <strong>de</strong> Beatriz <strong>de</strong>mostraba que, con todos sus tropiezos, estaba abierto el camino<br />

<strong>de</strong> la negociación. Fue así como al día siguiente, ya fresca, reposada y con <strong>un</strong>a noche <strong>de</strong><br />

buen sueño, concedió <strong>un</strong>a conferencia <strong>de</strong> prensa en la casa <strong>de</strong> su hermano, don<strong>de</strong> apenas se<br />

podía caminar por entre <strong>un</strong> bosque <strong>de</strong> flores. Les dio a los periodistas y a la opinión pública<br />

<strong>un</strong>a i<strong>de</strong>a real <strong>de</strong> lo que fue el horror <strong>de</strong> su cautiverio, sin ningún dato que pudiera alentar a<br />

quienes quisieran actuar por su cuenta con riesgos para la vida <strong>de</strong> Maruja.<br />

El miércoles siguiente, con la seguridad <strong>de</strong> que Maruja conocía ya el nuevo <strong>de</strong>creto,<br />

Alexandra <strong>de</strong>cidió improvisar <strong>un</strong> programa <strong>de</strong> júbilo. En las últimas semanas, a medida que<br />

avanzaban las negociaciones, Villamizar había hecho cambios notables en su apartamento<br />

para que la esposa liberada lo encontrara a su gusto. Habían puesto <strong>un</strong>a biblioteca don<strong>de</strong><br />

ella la quería, habían cambiado alg<strong>un</strong>os muebles, alg<strong>un</strong>os cuadros. Habían puesto en <strong>un</strong><br />

lugar visible el caballo <strong>de</strong> la dinastía Tang que Maruja había traído <strong>de</strong> Yakarta como el<br />

trofeo <strong>de</strong> su vida. A última hora recordaron que ella se quejaba <strong>de</strong> no tener <strong>un</strong> buen tapete<br />

en el baño, y se apresuraron a comprarlo. La casa transformada, luminosa, fue el escenario<br />

<strong>de</strong> <strong>un</strong> programa <strong>de</strong> televisión excepcional que le permitió a Maruja conocer la nueva<br />

<strong>de</strong>coración <strong>de</strong>s<strong>de</strong> antes <strong>de</strong>l regreso. Quedó muy bien, a<strong>un</strong>que no supieron siquiera si<br />

Maruja lo vio.<br />

Beatriz se restableció muy pronto. Guardó en su talego <strong>de</strong> cautiva la ropa que llevaba<br />

puesta al salir, y allí quedó encerrado el olor <strong>de</strong>primente <strong>de</strong>l cuarto que todavía la<br />

<strong>de</strong>spertaba <strong>de</strong> pronto en mitad <strong>de</strong> la noche. Recobró el equilibrio <strong>de</strong>l ánimo con la ayuda<br />

<strong>de</strong>l esposo. El único fantasma que alg<strong>un</strong>a vez le llegó <strong>de</strong>l pasado fue la voz <strong>de</strong>l<br />

mayordomo, que la llamó dos veces por teléfono. La primera vez fue el grito <strong>de</strong> <strong>un</strong><br />

<strong>de</strong>sesperado:<br />

-¡La medicina! ¡La medicina!<br />

Beatriz reconoció la voz y la sangre se le heló en las venas, pero el aliento le alcanzó para<br />

preg<strong>un</strong>tar en el mismo tono.<br />

-¡Cuál medicina! ¡Cuál medicina!<br />

-La <strong>de</strong> la señora -gritó el mayordomo.<br />

Entonces se aclaró que quería el nombre <strong>de</strong> la medicina que Maruja tomaba para la<br />

circulación.<br />

-Vasotón -dijo Beatriz. Y enseguida, ya repuesta, preg<strong>un</strong>tó-: ¿Y cómo está?<br />

-Yo bien -dijo el mayordomo-. Muchas gracias.<br />

-Usted no -corrigió Beatriz-. Ella.<br />

-Ah, tranquila -dijo el mayordomo-. La señora está bien.<br />

Beatriz colgó en seco y se echó a llorar con la náusea <strong>de</strong> los recuerdos atroces: la comida<br />

infame, el muladar <strong>de</strong>l baño, los días siempre iguales, la soledad espantosa <strong>de</strong> Maruja en el<br />

cuarto pestilente. De todos modos, en la sección <strong>de</strong>portiva <strong>de</strong> <strong>un</strong> noticiero <strong>de</strong> televisión<br />

insertaron <strong>un</strong> an<strong>un</strong>cio misterioso: Tome Basotón. Pues le habían cambiado la ortografía

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