gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro
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-¡Mamá! ¿Dón<strong>de</strong> estás?<br />
Alberto Villamizar había saltado <strong>de</strong>l sillón cuando sonó el timbre, pero no alcanzó a<br />
ganarle <strong>de</strong> mano a Alexandra, que por casualidad pasaba cerca <strong>de</strong>l teléfono. Maruja había<br />
empezado a dictarle la dirección, pero ella no tenía a la mano lápiz ni papel. Villamizar le<br />
quitó la bocina, v saludó a Maruja con <strong>un</strong>a naturalidad pasmosa:<br />
-Quihubo, nené. ¿Cómo está?<br />
Maruja le contestó con tono igual.<br />
-Muy bien, mi amor, no hay problema.<br />
Él sí tenía papel y lápiz preparados para aquel momento. Anotó la dirección mientras<br />
Maruja se la dictaba, pero sintió que algo no estaba claro y pidió que pasaran a alguien <strong>de</strong><br />
la familia. La esposa <strong>de</strong> Borrero le hizo las precisiones que faltaban.<br />
-Mil gracias -dijo Villamizar-. Es cerca. Voy enseguida.<br />
Se le olvidó colgar, pues el férreo dominio <strong>de</strong> sí mismo que había mantenido en los largos<br />
meses <strong>de</strong> tensión se le disparó <strong>de</strong> pronto. Bajó las escaleras <strong>de</strong>l edificio con saltos <strong>de</strong> dos en<br />
dos y atravesó corriendo el vestíbulo, perseguido por la avalancha <strong>de</strong> periodistas cargados<br />
con su parafernalia <strong>de</strong> guerra. Otros en sentido contrario estuvieron a p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> atropellarlo<br />
en el portal.<br />
-Soltaron a Maruja -les gritó a todos-. Vamos.<br />
Entró en el automóvil con <strong>un</strong> portazo tan violento que el chofer adormilado se asustó.<br />
«Varnos por la señora», dijo Villamizar. Le dio la dirección: diagonal 107 n° 27- 73. «Es<br />
<strong>un</strong>a casa blanca en la paralela occi<strong>de</strong>ntal <strong>de</strong> la autopista», precisó. Pero la dijo con <strong>un</strong>a prisa<br />
embrollada, y el chofer arrancó mal. Villamizar le corrigió el rumbo con <strong>un</strong> <strong>de</strong>scontrol<br />
extraño a su carácter.<br />
-Fíjese bien lo que hace -gritó- que tenemos que llegar en cinco minutos. ¡Y si se llega a<br />
per<strong>de</strong>r lo capo!<br />
El chofer que había pa<strong>de</strong>cido j<strong>un</strong>to a él los tremendos dramas <strong>de</strong>l <strong>secuestro</strong>, no se alteró.<br />
Villamizar recobró el aliento y lo dirigió por los caminos más cortos y fáciles, pues había<br />
visualizado la ruta a medida que le explicaban la dirección en el teléfono, para estar seguro<br />
<strong>de</strong> no per<strong>de</strong>rse. Era la peor hora <strong>de</strong>l tránsito pero no el peor día.<br />
Andrés había arrancado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> su padre, j<strong>un</strong>to con el primo Gabriel, siguiendo la<br />
caravana <strong>de</strong> los periodistas que se abría paso en el tránsito con alarmas falsas y trucos <strong>de</strong><br />
ambulancias. A pesar <strong>de</strong> ser <strong>un</strong> conductor experto, se enredó en el tránsito. Se quedó. En<br />
cambio Villamizar llegó en <strong>un</strong> tiempo olímpico <strong>de</strong> quince minutos. No tuvo que i<strong>de</strong>ntificar<br />
la casa, pues alg<strong>un</strong>os <strong>de</strong> los periodistas que estaban en su apartamento se disputaban ya con<br />
el dueno para que los <strong>de</strong>jara entrar. Villamizar se abrió paso por entre el tumulto. No tuvo<br />
tiempo <strong>de</strong> saludar a nadie, pues la dueña <strong>de</strong> casa lo reconoció y le señaló las escaleras.<br />
-Por ahí -le dijo.