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gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro

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¿Qué será?». Maruja interrumpió la jugada, lo miró con todo el <strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong> que fue capaz,<br />

y le dijo:<br />

-O son gases o es <strong>un</strong> infarto».<br />

Él soltó la metralleta en el piso, se levantó aterrorizado, se puso en el pecho la mano abierta<br />

con todos los <strong>de</strong>dos extendidos, y lanzó <strong>un</strong> grito colosal:<br />

-¡Me duele el corazón, carajo!<br />

Se <strong>de</strong>rrumbó sobre los trastos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>say<strong>un</strong>o, y quedó tendido boca abajo. Beatriz, que se<br />

sabía odiada por él, sintió el impulso profesional <strong>de</strong> auxiliarlo, pero en ese momento<br />

entraron el mayordomo y su mujer, asustados por el grito y el estropicio <strong>de</strong> la caída. El otro<br />

guardián, que era pequeño y frágil, había tratado <strong>de</strong> hacer algo, pero se lo impidió el<br />

estorbo <strong>de</strong> la metralleta, y se la entregó a Beatriz.<br />

-Usted me respon<strong>de</strong> por doña Maruja -le dijo.<br />

Él, el mayordomo y Damaris, j<strong>un</strong>tos, no pudieron cargar al caído. Lo agarraron como<br />

pudieron, y lo arrastraron hasta la sala. Beatriz, con la metralleta en la mano, y Maruja,<br />

atónita, vieron la metralleta <strong>de</strong>l otro guardián abandonada en el piso, y a las dos las<br />

estremeció la misma tentación. Maruja sabía disparar <strong>un</strong> revólver, y alg<strong>un</strong>a vez le habían<br />

explicado cómo manejar la metralleta, pero <strong>un</strong>a luci<strong>de</strong>z provi<strong>de</strong>ncial le impidió recogerla.<br />

Beatriz, por su parte, estaba familiarizada con las prácticas militares. En <strong>un</strong> entrenamiento<br />

<strong>de</strong> cinco años, dos veces por semana, pasó por los grados <strong>de</strong> subteniente y teniente, y<br />

alcanzó el <strong>de</strong> capitán asimilado en el Hospital Militar. Había hecho <strong>un</strong> curso especial <strong>de</strong><br />

artillería <strong>de</strong> cañón. Sin embargo, también ella se dio cuenta <strong>de</strong> que llevaban todas las <strong>de</strong><br />

per<strong>de</strong>r. Ambas se consolaron con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que el Gorila no volvería jamás. No volvió, en<br />

efecto.<br />

Cuando Pacho Santos vio por televisión el entierro <strong>de</strong> Diana y la exhumación <strong>de</strong> Marina<br />

Montoya, se dio cuenta <strong>de</strong> que no le quedaba otra alternativa que fugarse. Ya para entonces<br />

tenía <strong>un</strong>a i<strong>de</strong>a aproximada <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> se encontraba. Por las conversaciones y los <strong>de</strong>scuidos<br />

<strong>de</strong> los guardianes, y por otras artes <strong>de</strong> periodista logró establecer que estaba en <strong>un</strong>a casa <strong>de</strong><br />

esquina en algún barrio vasto y populoso <strong>de</strong>l occi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Bogotá. Su cuarto era el principal<br />

<strong>de</strong>l seg<strong>un</strong>do piso con la ventana exterior clausurada con tablas. Se dio cuenta <strong>de</strong> que era<br />

<strong>un</strong>a casa alquilada, y tal vez sin contrato legal, porque la propietaria iba a principios <strong>de</strong><br />

cada mes a cobrar el arriendo. Era el único extraño que entraba y salía, y antes <strong>de</strong> abrirle la<br />

puerta <strong>de</strong> la calle subían a enca<strong>de</strong>nar a Pacho en la cama, lo obligaban con amenazas a<br />

permanecer en absoluto silencio, y apagaban el radio y el televisor.<br />

Había establecido que la ventana clausurada en el cuarto daba sobre el antejardín, y que<br />

había <strong>un</strong>a puerta <strong>de</strong> salida al final <strong>de</strong>l corredor estrecho don<strong>de</strong> estaban los servicios<br />

sanitarios. El baño podía utilizarlo a discreción sin ning<strong>un</strong>a vigilancia con sólo atravesar el<br />

corredor, pero antes tenía que pedir que lo <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>naran. Allí la única ventilación era <strong>un</strong>a<br />

ventana por don<strong>de</strong> podía verse el cielo. Tan alta, que no sería fácil alcanzarla, pero tenía <strong>un</strong><br />

diámetro suficiente para salir por ella. Hasta entonces no tenía <strong>un</strong>a i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> adón<strong>de</strong> podía<br />

conducir. En el cuarto vecino, dividido en camarotes <strong>de</strong> metal rojo, dormían los guardianes<br />

que no estaban <strong>de</strong> turno. Como eran cuatro se relevaban <strong>de</strong> dos en dos cada seis horas. Sus<br />

armas no estuvieron n<strong>un</strong>ca a la vista en la vida cotidiana, a<strong>un</strong>que siempre las llevaban<br />

consigo. Sólo <strong>un</strong>o dormía en el suelo j<strong>un</strong>to a la cama matrimonial.

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