30.04.2013 Views

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

-bromeaban-. Se <strong>de</strong>mora <strong>un</strong> poco por el transporte pero en doce horas po<strong>de</strong>mos satisfacer<br />

cualquier pedido.» Las cantida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> comida y bebidas que les llevaban al principio a lomo<br />

<strong>de</strong> mula parecía cosa <strong>de</strong> locos. Hero Buss les dijo que ningún alemán podía vivir sin<br />

cerveza, y en el viaje siguiente le llevaron tres cajas. «Era <strong>un</strong> ambiente liviano», ha dicho<br />

Hero Buss en su español perfecto. Por esos días convenció a <strong>un</strong> guardián <strong>de</strong> que tomara <strong>un</strong>a<br />

foto <strong>de</strong> los tres secuestrados pelando papas para el almuerzo. Más tar<strong>de</strong>, cuando las fotos<br />

fueron prohibidas en otra casa, logró escon<strong>de</strong>r <strong>un</strong>a cámara automática encima <strong>de</strong>l ropero,<br />

con la cual hizo <strong>un</strong>a buena serie <strong>de</strong> diapositivas en colores <strong>de</strong> Juan Vitta y él mismo, pero<br />

no logró el propósito <strong>de</strong> fotografiar los guardianes sin máscaras.<br />

Jugaban a las barajas, al dominó, al ajedrez, pero los rehenes no podían competir con sus<br />

apuestas irracionales y con sus trampas <strong>de</strong> prestidigitación. Todos eran jóvenes. El menor<br />

<strong>de</strong> ellos podía tener quince años y se sentía orgulloso <strong>de</strong> que ya se había ganado <strong>un</strong> premio<br />

<strong>de</strong> ópera prima en <strong>un</strong> concurso <strong>de</strong> asesinatos <strong>de</strong> policías <strong>de</strong> a dos millones cada <strong>un</strong>o. Tenían<br />

tal <strong>de</strong>sprecio por la plata, que Richard Becerra les vendió <strong>de</strong> entrada <strong>un</strong>os lentes para el sol<br />

y <strong>un</strong>as chaquetas <strong>de</strong> camarógrafos por <strong>un</strong> precio con el que podía comprar cinco nuevas.<br />

De vez en cuando, en noches <strong>de</strong> frío, los guardianes fumaban marihuana y jugaban con sus<br />

armas. Dos veces se les escaparon tiros. Uno <strong>de</strong> ellos atravesó la puerta <strong>de</strong>l baño e hirió a<br />

<strong>un</strong> guardián en la rodilla. Cuando oyeron por radio <strong>un</strong> llamado <strong>de</strong>l papa Juan Pablo II por la<br />

liberación <strong>de</strong> los secuestrados, <strong>un</strong>o <strong>de</strong> los guardianes gritó:<br />

-¿Y ese hijo <strong>de</strong> puta qué tiene que meterse en esto?<br />

Un compañero suyo saltó indignado por el insulto y los rehenes tuvieron que mediar para<br />

que no se batieran a bala. Salvo esa vez, Hero Buss y Richard lo tomaban a la ligera por no<br />

hacerse mala sangre. Orlando, por su parte, pensaba que estaba <strong>de</strong> sobra en el grupo y<br />

encabezaba por <strong>de</strong>recho propio la lista <strong>de</strong> ejecuciones.<br />

Des<strong>de</strong> la primera semana los rehenes habían sido separados en tres grupos y en tres casas<br />

distintas: Richard y Orlando en <strong>un</strong>a, Hero Buss y Juan Vitta en otra, y Diana y Azucena en<br />

otra. A los dos primeros los llevaron en taxi a la vista <strong>de</strong> todo el m<strong>un</strong>do por el tráfico<br />

endiablado <strong>de</strong>l centro comercial mientras los buscaban todos los servicios <strong>de</strong> seguridad <strong>de</strong><br />

Me<strong>de</strong>llín. Los instalaron en <strong>un</strong>a casa todavía en obra negra y en <strong>un</strong> mismo dormitorio que<br />

parecía más bien <strong>un</strong> calabozo <strong>de</strong> dos metros por dos, con <strong>un</strong> baño sucio y sin luz y vigilado<br />

por cuatro guardianes. Para dormir no había más que dos colchones tirados en el piso. En<br />

<strong>un</strong> cuarto contiguo, siempre cerrado, había otro rehén por el cual pedían -según contaron<br />

los guardianes- <strong>un</strong> rescate multimillonario. Era <strong>un</strong> mulato corpulento con <strong>un</strong>a ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro<br />

macizo en el cuello, que tenían maniatado y en <strong>un</strong> aislamiento absoluto.<br />

La casa amplia y confortable adon<strong>de</strong> llevaron a Diana y Azucena para la mayor parte <strong>de</strong>l<br />

cautiverio parecía ser la resi<strong>de</strong>ncia privada <strong>de</strong> <strong>un</strong> jefe gran<strong>de</strong>. Comían en la mesa familiar,<br />

participaban en conversaciones privadas, oían discos <strong>de</strong> moda. Entre ellos <strong>de</strong> Rocío Durcal<br />

y Juan Manuel Serrat, <strong>de</strong> acuerdo con las notas <strong>de</strong> Azucena. Fue en esa casa don<strong>de</strong> Diana<br />

vio <strong>un</strong> programa <strong>de</strong> televisión filmado en su apartamento <strong>de</strong> Bogotá, por el cual recordó<br />

que había <strong>de</strong>jado las llaves <strong>de</strong>l ropero escondidas en alg<strong>un</strong>a parte, pero no pudo precisar si<br />

fue <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las casetes <strong>de</strong> música o <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l televisor <strong>de</strong> la alcoba. También cayó<br />

entonces en la cuenta <strong>de</strong> que había olvidado cerrar la caja fuerte por las prisas conn que<br />

salió la última vez rumbo al viaje <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sgracia. «Ojalá que no haya metido nadie la nariz<br />

por ahí», escribió en <strong>un</strong>a carta a su madre. A los pocos días, en <strong>un</strong> programa <strong>de</strong> televisión<br />

<strong>de</strong> apariencia casual, recibió <strong>un</strong>a respuesta tranquilizadora.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!