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gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro

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varias veces con sus voces <strong>de</strong> aliento, y sus hijos la consolaron con su imaginación y su<br />

gracia. De pronto, sin ningún an<strong>un</strong>cio, se rompió el contacto durante dos semanas.<br />

Entonces la embargó <strong>un</strong>a sensación <strong>de</strong> olvido. Se <strong>de</strong>rrumbó. No volvió a caminar.<br />

Permaneció acostada <strong>de</strong> cara a la pared, ajena a todo, comiendo y bebiendo apenas para no<br />

morir. Volvió a sentir los mismos dolores <strong>de</strong> diciembre, los mismos calambres y p<strong>un</strong>zadas<br />

en las piernas que habían hecho necesaria la visita <strong>de</strong>l médico. Pero esta vez no se quejó<br />

siquiera.<br />

Los guardianes, enredados en sus conflictos personales y discrepancias internas, se<br />

<strong>de</strong>sentendieron <strong>de</strong> ella. La comida se enfriaba en el plato y tanto el mayordomo como su<br />

mujer parecían no enterarse <strong>de</strong> nada. Los días se hicieron más largos y áridos. Tanto, que<br />

hasta añoraba a veces los momentos peores <strong>de</strong> los primeros días. Perdió el interés por la<br />

vida. Lloró. Una mañana al <strong>de</strong>spertar se dio cuenta horrorizada <strong>de</strong> que su brazo <strong>de</strong>recho se<br />

alzaba por sí solo.<br />

El relevo <strong>de</strong> la guardia <strong>de</strong> febrero fue provi<strong>de</strong>ncial. En vez <strong>de</strong> la pandilla <strong>de</strong> Barrabás<br />

mandaron cuatro muchachos nuevos, serios, disciplinados y conversadores. Tenían buenos<br />

modales y <strong>un</strong>a facilidad <strong>de</strong> expresión que fueron <strong>un</strong> alivio para Maruja. De entrada la<br />

invitaron a jugar nintendo y otras diversiones <strong>de</strong> televisión. El juego los acercó. Ella notó<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio que tenían <strong>un</strong> lenguaje común, y eso les facilitó <strong>un</strong>a com<strong>un</strong>icación. Sin<br />

duda habían sido instruidos para vencer su resistencia y levantarle la moral con <strong>un</strong> trato<br />

distinto, pues empezaron a convencerla <strong>de</strong> que siguiera con la or<strong>de</strong>n médica <strong>de</strong> caminar en<br />

el patio, <strong>de</strong> que pensara en su esposo , en sus hijos, y en no <strong>de</strong>fraudar la esperanza que éstos<br />

tenían <strong>de</strong> verla pronto y en buen estado.<br />

El ambiente fue propicio para los <strong>de</strong>sahogos. Consciente <strong>de</strong> que también ellos eran<br />

prisioneros y tal vez necesitaban <strong>de</strong> ella, Maruja les contaba sus experiencias con tres hijos<br />

varones que ya habían pasado por la adolescencia. Les contó episodios significativos <strong>de</strong> su<br />

crianza y educación, <strong>de</strong> sus costumbres y sus gustos. También los guardianes, ya más<br />

confiados, le hablaron <strong>de</strong> sus vidas.<br />

Todos eran bachilleres y <strong>un</strong>o <strong>de</strong> ellos había hecho por lo menos <strong>un</strong> semestre <strong>de</strong> <strong>un</strong>iversidad.<br />

Al contrario <strong>de</strong> los anteriores, <strong>de</strong>cían pertenecer a familias <strong>de</strong> clase media, pero <strong>de</strong> <strong>un</strong>a u<br />

otra manera estaban marcados por la cultura <strong>de</strong> las com<strong>un</strong>as <strong>de</strong> Me<strong>de</strong>llín. El mayor <strong>de</strong><br />

ellos, <strong>de</strong> veinticuatro años, a quien llamaban la Hormiga, era alto y apuesto, y <strong>de</strong> índole<br />

reservada. Había interrumpido sus estudios <strong>un</strong>iversitarios cuando sus padres murieron en <strong>un</strong><br />

acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> tránsito y no había encontrado más salida que el sicariato. Otro, a quien<br />

llamaban Tiburón, contaba divertido que había aprobado la mitad <strong>de</strong>l bachillerato<br />

amenazando a sus profesores con <strong>un</strong> revólver <strong>de</strong> juguete. Al más alegre <strong>de</strong>l equipo, y <strong>de</strong><br />

todos los que pasaron por allí, lo llamaban el Trompo y lo parecía, en efecto. Era muy<br />

gordo, <strong>de</strong> piernas cortas y frágiles, y su afición por el baile llegaba a extremos <strong>de</strong> locura.<br />

Alg<strong>un</strong>a vez puso en la grabadora <strong>un</strong>a cinta <strong>de</strong> salsa <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l <strong>de</strong>say<strong>un</strong>o, y la bailó sin<br />

interrupción y con ímpetu frenético hasta el final <strong>de</strong> su turno. El más formal, hijo <strong>de</strong> <strong>un</strong>a<br />

maestra <strong>de</strong> escuela, era lector <strong>de</strong> literatura y <strong>de</strong> periódicos, y estaba bien informado <strong>de</strong> la<br />

actualidad <strong>de</strong>l país. Sólo tenía <strong>un</strong>a explicación para estar en aquella vida: «Porque es muy<br />

chévere».<br />

Sin embargo, tal como Maruja lo vislumbró <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio, no fueron insensibles al<br />

trato humano. Lo cual, a su vez, no sólo le dio a ella nuevos ánimos para vivir, sino la<br />

astucia para ganar ventajas que tal vez los mismos guardianes no tenían previstas.

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