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gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro

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ecíproco, <strong>de</strong> confianza mutua, en el cual <strong>de</strong>dicaban las mejores horas a <strong>de</strong>sentrañar en cada<br />

frase y en cada gesto las seg<strong>un</strong>das intenciones <strong>de</strong> Escobar. Villamizar regresaba a Bogotá<br />

casi siempre en el último avión <strong>de</strong>l puente aéreo. Su hijo Andrés lo esperaba en el<br />

aeropuerto, y muchas veces tuvo que acompañarlo con agua mineral mientras él se liberaba<br />

<strong>de</strong> sus tensiones con lentos tragos solitarios. Había cumplido su promesa <strong>de</strong> no asistir a<br />

ningún acto <strong>de</strong> la vida pública, ni ver amigos: nada. Cuando la presión aumentaba, salía a la<br />

terraza y pasaba horas mirando en la dirección en que suponía que estaba Maruja, y durante<br />

horas le mandaba mensajes mentales, hasta que lo vencía el sueño. A las seis <strong>de</strong> la manana<br />

estaba otra vez en pie y listo para empezar. Cuando recibían respuesta a <strong>un</strong>a carta, o algo<br />

más <strong>de</strong> interés, Martha Nieves o María Lía llamaban por teléfono, y les bastaba <strong>un</strong>a frase:<br />

-Doctor: mañana a las diez.<br />

Mientras no hubiera llamadas <strong>de</strong>dicaba tiempo y trabajo a Colombia los Reclama, la<br />

campaña <strong>de</strong> televisión con base en los datos que Beatriz les había dado sobre las<br />

condiciones <strong>de</strong>l encierro. Era <strong>un</strong>a i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Nora Sanín, directora <strong>de</strong> la Asociación Nacional<br />

<strong>de</strong> Medios (Asomedios) y puesta en marcha por María <strong>de</strong>l Rosario Ortiz -gran amiga <strong>de</strong><br />

Maruja y sobrina <strong>de</strong> Hernando San~ tos-, en equipo con su marido publicista, con Gloria <strong>de</strong><br />

Galán y con el resto <strong>de</strong> la familia: Mónica, Alexandra, Juana, y sus hermanos.<br />

Se trataba <strong>de</strong> <strong>un</strong> <strong>de</strong>sfile diario <strong>de</strong> estrellas <strong>de</strong>l cine, el teatro, la televisión, el fútbol, la<br />

ciencia, la política, que pedían en <strong>un</strong> mismo mensaje la liberación <strong>de</strong> los secuestrados y el<br />

respeto a los <strong>de</strong>rechos humanos. Des<strong>de</strong> su primera emisión suscitó <strong>un</strong> movimiento<br />

arrasador <strong>de</strong> opinión pública. Alexandra andaba con <strong>un</strong> camarógrafo cazando luminarias <strong>de</strong><br />

<strong>un</strong> extremo al otro <strong>de</strong>l país. En los tres meses que duró la campaña <strong>de</strong>sfilaron <strong>un</strong>as<br />

cincuenta personalida<strong>de</strong>s. Pero Escobar no se inmutó. Cuando el clavecinista Rafael<br />

Puyana dijo que era capaz <strong>de</strong> pedirle <strong>de</strong> rodillas la liberación <strong>de</strong> los secuestrados, Escobar<br />

le contestó: «Pue<strong>de</strong>n venir <strong>de</strong> rodillas treinta millones <strong>de</strong> colombianos, y no los suelto». Sin<br />

embargo, en <strong>un</strong>a carta a Villamizar hizo <strong>un</strong> elogio <strong>de</strong>l programa porque no sólo luchaba por<br />

la libertad <strong>de</strong> los rehenes sino también por el respeto a los <strong>de</strong>rechos humanos.<br />

La facilidad con que las hijas <strong>de</strong> Maruja y sus invitados <strong>de</strong>sfilaban por las pantallas <strong>de</strong><br />

televisión inquietaban a María Victoria, la esposa <strong>de</strong> Pacho Santos, por su insuperable<br />

timi<strong>de</strong>z escénica. Los micrófonos imprevistos que le salían al paso, la luz impúdica <strong>de</strong> los<br />

reflectores, el ojo inquisitorial <strong>de</strong> las cámaras y las mismas preg<strong>un</strong>tas <strong>de</strong> siempre a la espera<br />

<strong>de</strong> las mismas respuestas, le causaban <strong>un</strong>as náuseas <strong>de</strong> pánico que a duras penas lograba<br />

reprimir. El día <strong>de</strong> su cumpleaños hicieron <strong>un</strong>a nota <strong>de</strong> televisión en la cual Hernado Santos<br />

habló con <strong>un</strong>a flui<strong>de</strong>z profesional, y luego la tomó a ella <strong>de</strong>l brazo: «Pase usted». Casi<br />

siempre logró escapar, pero alg<strong>un</strong>as veces tuvo que enfrentarlo, y no sólo creía morir en el<br />

intento sino que al verse y escucharse en la pantalla se sentía ridícula e imbécil.<br />

Su reacción contra aquella servidumbre social fue entonces la contraria. Hizo <strong>un</strong> curso <strong>de</strong><br />

microempresas y otro <strong>de</strong> periodismo. Se volvió libre y fiestera por <strong>de</strong>cisión propia. Aceptó<br />

invitaciones que antes <strong>de</strong>testaba, asistía a conferencias y conciertos, se vistió con ropas<br />

alegres, trasnochaba hasta muy tar<strong>de</strong>, hasta que <strong>de</strong>rrotó su imagen <strong>de</strong> viuda compa<strong>de</strong>cida.<br />

Hernando y sus mejores amigos la entendieron, la apoyaron, la ayudaron a salirse con la<br />

suya. Pero no tardó en sufrir las sanciones sociales. Supo que muchos <strong>de</strong> quienes la<br />

celebraban <strong>de</strong> frente la criticaban a sus espaldas. Le llegaban ramos <strong>de</strong> rosas sin tarjetas,<br />

cajas <strong>de</strong> chocolates sin nombres, <strong>de</strong>claraciones <strong>de</strong> amor sin remitentes. Ella gozó con la<br />

ilusión <strong>de</strong> que fueran <strong>de</strong>l marido, que quizás había logrado abrirse <strong>un</strong> camino secreto hasta

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