30.04.2013 Views

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Maruja no tenía <strong>un</strong>a razón para creerle más a Damaris que al Monje, o a cualquier otro <strong>de</strong><br />

los guardianes, pero tampoco la tenía para no creerles en <strong>un</strong>as circ<strong>un</strong>stancias en que todo<br />

parecía posible. Si en realidad Marina estaba viva, no tenían razones para mantener a las<br />

rehenes sin <strong>noticia</strong>s ni distracciones, como no fuera para ocultarles otras verda<strong>de</strong>s peores.<br />

No había nada que pareciera <strong>de</strong>scabellado para la imaginación <strong>de</strong>smandada <strong>de</strong> Maruja.<br />

Hasta entonces había ocultado sus inquietu<strong>de</strong>s a Beatriz, temerosa <strong>de</strong> que no pudiera resistir<br />

la verdad. Pero Beatriz estaba a salvo <strong>de</strong> toda contaminación. Había rechazado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

principio cualquier sospecha <strong>de</strong> que Marina estuviera muerta. Sus sueños la ayudaban.<br />

Soñaba que su hermano Alberto, tan real como en la vida, le hacía recuentos p<strong>un</strong>tuales <strong>de</strong><br />

sus gestiones, <strong>de</strong> lo bien que iban, <strong>de</strong> lo poco que les faltaba a ellas para ser libres. Soñaba<br />

que su padre la tranquilizaba con la <strong>noticia</strong> <strong>de</strong> que las tarjetas <strong>de</strong> crédito olvidadas en el<br />

bolso estaban a salvo. Eran visiones tan vívidas que en el recuerdo no podía distinguirlas <strong>de</strong><br />

la realidad.<br />

Por esos días estaba terminando su turno con Maruja y Beatriz <strong>un</strong> muchacho <strong>de</strong> diecisiete<br />

años que se hacía llamar Jonás. Oía música <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las siete <strong>de</strong> la mañana en <strong>un</strong>a grabadora<br />

gangosa. Tenía canciones favoritas que repetía hasta el agotamiento a <strong>un</strong> volumen<br />

enloquecedor. Mientras tanto, como parte <strong>de</strong>l coro, gritaba: «Vida, hija <strong>de</strong> puta, mal parida,<br />

yo no sé por qué me metí en esto». En momentos <strong>de</strong> calma hablaba <strong>de</strong> su familia con<br />

Beatriz. Pero sólo llegaba al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l abismo con <strong>un</strong> suspiro insondable: «¡Si uste<strong>de</strong>s<br />

supieran quién es mi papá!». N<strong>un</strong>ca lo dijo, pero ese y otros muchos enigmas <strong>de</strong> los<br />

guardianes contribuían a enrarecer aún más el ambiente <strong>de</strong>l cuarto.<br />

El mayordomo, custodio <strong>de</strong>l bienestar doméstico, <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> informar a sus jefes sobre la<br />

inquietud reinante, pues dos <strong>de</strong> ellos aparecieron por esos días con ánimo conciliador.<br />

Negaron <strong>un</strong>a vez más el radio y el televisor, pero en cambio trataron <strong>de</strong> mejorar la vida<br />

diaria. Prometieron libros, pero les llevaron muy pocos, y entre ellos <strong>un</strong>a novela <strong>de</strong> Corín<br />

Tellado. Les llegaron revistas <strong>de</strong> entretenimiento pero ning<strong>un</strong>a <strong>de</strong> actualidad. Hicieron<br />

poner <strong>un</strong> foco gran<strong>de</strong> don<strong>de</strong> antes estuvo el azul, y or<strong>de</strong>naron encen<strong>de</strong>rlo por <strong>un</strong>a hora a las<br />

siete <strong>de</strong> la mañana y otra a las siete <strong>de</strong> la noche para que se pudiera leer, pero Beatriz y<br />

Maruja estaban tan acostumbradas a la penumbra que no podían resistir <strong>un</strong>a claridad<br />

intensa. A<strong>de</strong>más, la luz recalentaba el aire <strong>de</strong>l cuarto hasta volverlo irrespirable.<br />

Maruja se <strong>de</strong>jó llevar por la inercia <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sahuciados. Permanecía día y noche<br />

haciéndose la dormida en el colchón, <strong>de</strong> cara a la pared para no tener que hablar. Apenas si<br />

comía. Beatriz ocupó la cama vacía y se refugió en los crucigramas y acertijos <strong>de</strong> las<br />

revistas, La realidad era cruda y dolorosa, pero era la realidad: había más espacio en el<br />

cuarto para cuatro que para cinco, menos tensiones, más aire para respirar.<br />

Jonás terminó su turno a fines <strong>de</strong> enero y se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> las rehenes con <strong>un</strong>a prueba <strong>de</strong><br />

confianza. «Quiero contarles algo con la condición <strong>de</strong> que nadie sepa quién se lo dijo»,<br />

advirtió. Y soltó la <strong>noticia</strong> que lo carcomía por <strong>de</strong>ntro:<br />

-A doña Diana Turbay la mataron.<br />

El golpe las <strong>de</strong>spertó. Para Maruja fue el instante más terrible <strong>de</strong>l cautiverio. Beatriz trataba<br />

<strong>de</strong> no pensar en lo que le parecía irremediable: «Si mataron a Diana, la que sigue soy yo».<br />

A fin <strong>de</strong> cuentas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primero <strong>de</strong> enero, cuando el año viejo se fue sin que las liberaran,<br />

se había dicho: «O me sueltan o me <strong>de</strong>jo morir».<br />

Un día <strong>de</strong> ésos, mientras Maruja jugaba <strong>un</strong>a partida <strong>de</strong> dominó con otro guardián, el Gorila<br />

se tocó distintos p<strong>un</strong>tos <strong>de</strong>l pecho con el índice, y dilo: «Siento algo muy feo por aquí.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!