30.04.2013 Views

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

El análisis <strong>de</strong> Maruja parecía razonable. Hasta entonces sospechaba que Marina había sido<br />

ejecutada, pero aquella noche no le quedó duda alg<strong>un</strong>a por la diferencia <strong>de</strong>l ceremonial en<br />

ambos casos. Para Marina no habían ido Jefes a aclimatar los ánimos con varios días <strong>de</strong><br />

anticipación. Tampoco habían ido a buscarla, sino que mandaron a dos matones rasos sin<br />

ning<strong>un</strong>a autoridad y con sólo cinco minutos para cumplir la or<strong>de</strong>n. La <strong>de</strong>spedida con tarta y<br />

vino que le hicieron a Beatriz habría sido <strong>un</strong> homenaje macabro si fueran a matarla. En el<br />

caso <strong>de</strong> Marina les habían quitado el televisor y el radio para que ellas no se enteraran <strong>de</strong> su<br />

ejecución, y ahora ofrecían <strong>de</strong>volverlos para atenuar con <strong>un</strong>a buena <strong>noticia</strong> los estragos <strong>de</strong><br />

la mala. Maruja concluyó entonces sin más vueltas que Marina había sido ejecutada y que<br />

Beatriz se iba libre.<br />

Los jefes le concedieron diez minutos para arreglarse mientras ellos iban a tomar <strong>un</strong> café.<br />

Beatriz no podía conjurar la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que estaba volviendo a vivir la última noche <strong>de</strong> Marina.<br />

Pidió <strong>un</strong> espejo para maquillarse. Damaris le llevó <strong>un</strong>o gran<strong>de</strong> con <strong>un</strong> marco <strong>de</strong> hojas<br />

doradas. Maruja y Beatriz, al cabo <strong>de</strong> tres meses sin espejo, se apresuraron a verse. Fue <strong>un</strong>a<br />

<strong>de</strong> las experiencias más sobrecogedoras <strong>de</strong>l cautiverio. Maruja tuvo la impresión <strong>de</strong> que no<br />

se hubiera reconocido si se hubiera encontrado consigo misma en la calle. «Me morí <strong>de</strong><br />

pánico», ha dicho <strong>de</strong>spués. «Me vi flaca, <strong>de</strong>sconocida, como si me hubiera maquillado para<br />

<strong>un</strong>a caracterización <strong>de</strong> teatro.» Beatriz se vio lívida, con diez kilos menos y el cabello largo<br />

y marchito, y exclamó espantada: «¡Ésta no soy yo!». Muchas veces, entre bromas y veras,<br />

había sentido la vergüenza <strong>de</strong> que algún día la liberaran en tan mal estado, pero n<strong>un</strong>ca se<br />

imaginó que en realidad fuera tan malo. Luego fue peor, porque <strong>un</strong>o <strong>de</strong> los jefes encendió<br />

el foco central, y la atmósfera <strong>de</strong>l cuarto se hizo aún más siniestra,<br />

Uno <strong>de</strong> los guardianes sostuvo el espejo para que Beatriz se peinara. Ella quiso maquillarse<br />

pero Maruja se lo impidió. «¡Cómo se le ocurre! -le dijo, escandalizada-. ¿Usted piensa<br />

echarse eso, con esta pali<strong>de</strong>z? Va a quedar terrible.» Beatriz le hizo caso. También ella se<br />

perfumó con la loción <strong>de</strong> hombre que Lamparón le había regalado. Por último se tragó sin<br />

agua <strong>un</strong>a pastilla tranquilizante.<br />

En el talego, j<strong>un</strong>to con sus otras cosas, estaba la ropa que llevaba puesta la noche <strong>de</strong>l<br />

<strong>secuestro</strong>, pero prefirió la suda<strong>de</strong>ra rosada con menos uso. Dudó <strong>de</strong> ponerse sus zapatos<br />

planos que estaban enmohecidos <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la cama, y que a<strong>de</strong>más no le iban bien con la<br />

suda<strong>de</strong>ra. Damaris quiso darle <strong>un</strong>os zapatos <strong>de</strong> tenis que usaba para hacer gimnasia. Eran<br />

<strong>de</strong> su número exacto, pero con <strong>un</strong> aspecto tan indigente que Beatriz los rechazó con el<br />

pretexto <strong>de</strong> que le quedaban apretados. De modo que se puso sus zapatos planos, y se hizo<br />

<strong>un</strong>a cola <strong>de</strong> caballo con <strong>un</strong>a cinta elástica. Al final, por obra y gracia <strong>de</strong> tantas penurias,<br />

quedó con el aspecto <strong>de</strong> <strong>un</strong>a colegiala.<br />

No le pusieron <strong>un</strong>a capucha como a Marina, sino que trataron <strong>de</strong> vendarle los ojos con<br />

esparadrapos para que no pudiera reconocer el camino ni las caras. Ella se opuso,<br />

consciente <strong>de</strong> que al quitárselos iban a arrancarle las cejas y las pestañas. «Espérense -les<br />

dijo-. Yo los ayudo.» Entonces se puso <strong>un</strong> buen copo <strong>de</strong> algodón sobre cada párpado y se<br />

los fijaron con esparadrapos.<br />

La <strong>de</strong>spedida fue rápida y sin lágrimas. Beatriz estaba a p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> llorar pero Maruja se lo<br />

impidió con <strong>un</strong>a frialdad calculada para darle ánimos. «Dígale a Alberto que esté tranquilo,<br />

que lo quiero mucho, y que quiero mucho a mis hijos», dijo. Se <strong>de</strong>spidió con <strong>un</strong> beso.<br />

Ambas sufrieron. Beatriz, porque a la hora <strong>de</strong> la verdad la asaltó el terror <strong>de</strong> que tal vez<br />

fuera más fácil matarla que <strong>de</strong>jarla libre. Maruja, por el terror doble <strong>de</strong> que mataran a<br />

Beatriz, y por quedarse sola con los cuatro guardianes. Lo único que no se le ocurrió fue<br />

que la ejecutaran <strong>un</strong>a vez liberada Beatriz.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!