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gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro

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-Ronco dormida y no me doy cuenta -le dijo-. No puedo impedir la tos porque el cuarto es<br />

helado y las pare<strong>de</strong>s chorrean agua en la madrugada.<br />

El hombre no estaba para quejas.<br />

-¿Y usted se cree que pue<strong>de</strong> hacer lo que le da la gana? -gritó-. Pues si vuelve a roncar o a<br />

toser <strong>de</strong> noche le po<strong>de</strong>mos volar la cabeza <strong>de</strong> <strong>un</strong> balazo.<br />

Luego se dirigió también a Beatriz.<br />

-Y si no a sus hijos o sus maridos. Los conocemos a todos y los tenemos bien localizados.<br />

-Haga lo que quiera -dijo Maruja-. No puedo hacer nada para no roncar. Si quieren<br />

mátenme.<br />

Era sincera, y con el tiempo había <strong>de</strong> darse cuenta <strong>de</strong> que hacía bien. El trato duro <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

primer día estaba en los métodos <strong>de</strong> los secuestradores para <strong>de</strong>smoralizar a los rehenes.<br />

Beatriz, en cambio, todavía impresionada por la rabia <strong>de</strong>l marido en la radio, fue menos<br />

altiva.<br />

-¿Por qué tiene que meter aquí a nuestros hijos, que no tienen nada que ver con esto? -dijo,<br />

al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> las lágrirnas-. ¿Usted no tiene hijos?<br />

Él contestó que sí, tal vez enternecido, pero Beatriz había perdido la batalla: las lágrimas no<br />

la <strong>de</strong>jaron proseguir. Maruja, ya calmada, le dijo al jefe que si <strong>de</strong> veras querían llegar a <strong>un</strong><br />

acuerdo hablaran con su marido.<br />

Pensó que el encapuchado había seguido el consejo porque el domingo reapareció distinto.<br />

Llevó los periódicos <strong>de</strong>l día con <strong>de</strong>claraciones <strong>de</strong> Alberto Villamizar para lograr <strong>un</strong> buen<br />

arreglo con los secuestradores. Éstos, al parecer, empezaban a actuar en consecuencia. El<br />

jefe, al menos, estaba tan complaciente que les pidió a las rehenes hacer <strong>un</strong>a lista <strong>de</strong> las<br />

cosas indispensables: jabones, cepillos y pasta <strong>de</strong> dientes, cigarrillos, crema para la piel y<br />

alg<strong>un</strong>os libros. Parte <strong>de</strong>l pedido llegó el mismo día, pero alg<strong>un</strong>os <strong>de</strong> los libros los recibieron<br />

cuatro meses <strong>de</strong>spués. Con el tiempo fueron acumulando toda clase <strong>de</strong> estampas y<br />

recuerdos <strong>de</strong>l Divino Niño y <strong>de</strong> María Auxiliadora, que los distintos guardianes les llevaban<br />

o les <strong>de</strong>jaban <strong>de</strong> recuerdo cuando se <strong>de</strong>spedían o cuando volvían <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>scansos. A los<br />

diez días tenían ya <strong>un</strong>a rutina doméstica. Los zapatos los guardaban <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la cama, y<br />

era tanta la humedad <strong>de</strong>l cuarto que <strong>de</strong>bían sacarlos al patio <strong>de</strong> vez en cuando para que se<br />

secaran. Sólo podían caminar con <strong>un</strong>as medias <strong>de</strong> hombre que les habían dado el primer<br />

día, <strong>de</strong> lana gruesa y <strong>de</strong> colores distintos, y usaban dos pares a la vez para que no se oyeran<br />

los pasos. La ropa que llevaban la noche <strong>de</strong>l <strong>secuestro</strong> se la habían <strong>de</strong>comisado, y les<br />

repartieron suda<strong>de</strong>ras <strong>de</strong>portivas -<strong>un</strong>a gris y otra rosada a cada <strong>un</strong>a-, con las cuales vivían y<br />

dormían, y dos juegos <strong>de</strong> ropa interior que lavaban en la ducha. Al principio dormían<br />

vestidas. Más tar<strong>de</strong>, cuando tuvieron <strong>un</strong>a camisa <strong>de</strong> dormir, se la ponían encima <strong>de</strong> la<br />

suda<strong>de</strong>ra en las noches muy frías. También les dieron <strong>un</strong> talego para guardar sus escasos<br />

bienes personales: la suda<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> repuesto y las medias limpias, las mudas <strong>de</strong> ropa interior,<br />

las toallas higiénicas, las medicinas, los útiles <strong>de</strong> tocador.<br />

Había <strong>un</strong> solo baño para las tres y los cuatro guardianes. Ellas <strong>de</strong>bían usarlo con la puerta<br />

ajustada pero sin cerrojo, y no podían <strong>de</strong>morar más <strong>de</strong> diez minutos en la ducha, a<strong>un</strong><br />

cuando tuvieran que lavar la ropa. Les permitían fumar cuantos cigarrillos les daban, que<br />

para Maruja era más <strong>de</strong> <strong>un</strong>a cajetilla al día, y más aún para Marina. En el cuarto había <strong>un</strong><br />

televisor y <strong>un</strong> radio portátil <strong>de</strong> la casa para que las rehenes oyeran <strong>noticia</strong>s o los guardianes<br />

oyeran música. Las informaciones <strong>de</strong> la mañana las escuchaban a volumen tenue, como a

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