gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro
gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro
gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
posible, pero las llamadas <strong>de</strong> periodistas y amigos no le dieron tregua. La <strong>noticia</strong> <strong>de</strong>l día<br />
seguía siendo la espera <strong>de</strong> los secuestrados.<br />
El padre García Herreros había visitado a Mariavé el miércoles 15 <strong>de</strong> mayo para darle la<br />
<strong>noticia</strong> confi<strong>de</strong>ncial <strong>de</strong> que su esposo sería liberado el domingo siguiente. No ha sido<br />
posible saber cómo la obtuvo setenta y dos horas antes <strong>de</strong>l primer com<strong>un</strong>icado <strong>de</strong> los<br />
Extraditables sobre las liberaciones, pero la familia Santos lo dio por hecho. Para celebrarlo<br />
hicieron fotos <strong>de</strong>l padre con Mariavé y los niños, y la publicaron el sábado en El Tiempo<br />
con la esperanza <strong>de</strong> que Pacho la entendiera como <strong>un</strong> mensaje personal. Así fue: tan pronto<br />
como abrió el periódico en su celda <strong>de</strong> cautivo, Pacho tuvo la revelación nítida <strong>de</strong> que las<br />
gestiones <strong>de</strong>l padre habían culminado. Pasó el día inquieto a la espera <strong>de</strong>l milagro,<br />
<strong>de</strong>slizando trampas inocentes en la conversación con los guardianes para ver si se les<br />
escapaba alg<strong>un</strong>a indiscreción, pero no consiguió nada. La radio y la televisión, que no le<br />
daban tregua al tema <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía varias semanas, lo pasaron por alto aquel sábado.<br />
El domingo empezó igual. A Pacho le pareció que los guardianes estaban raros y ansiosos<br />
por la mañana, pero en el curso <strong>de</strong>l día volvieron poco a poco a la rutina dominical:<br />
almuerzo especial con pizza, películas y programas enlatados <strong>de</strong> televisión, <strong>un</strong> poco <strong>de</strong><br />
barajas, <strong>un</strong> poco <strong>de</strong> fútbol. De pronto, cuando ya nadie lo esperaba, el noticiero Criptón<br />
abrió con la primicia <strong>de</strong> que los Extraditables an<strong>un</strong>ciaban la liberación <strong>de</strong> los dos últimos<br />
secuestrados. Pacho dio <strong>un</strong> salto con <strong>un</strong> grito <strong>de</strong> tri<strong>un</strong>fo, y se abrazó a su guardián <strong>de</strong> turno.<br />
«Creí que me iba a dar <strong>un</strong> infarto», ha dicho. Pero el guardián lo recibió con <strong>un</strong> estoicismo<br />
sospechoso.<br />
-Esperemos a que llegue la confirmación -dijo.<br />
Hicieron <strong>un</strong>a barrida rápida por los otros noticieros <strong>de</strong> radio y televisión, y el com<strong>un</strong>icado<br />
estaba en todos. Uno <strong>de</strong> ellos transmitía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> redacción <strong>de</strong> El Tiempo, y Pacho<br />
volvió a sentir <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> nueve meses el piso firme <strong>de</strong> la vida libre: el ambiente más bien<br />
<strong>de</strong>solado <strong>de</strong>l turno dominical, las caras <strong>de</strong> siempre en sus cubículos <strong>de</strong> cristal, su propio<br />
sitio <strong>de</strong> trabajo. Después <strong>de</strong> repetir <strong>un</strong>a vez más el an<strong>un</strong>cio <strong>de</strong> la liberación inminente, el<br />
enviado especial <strong>de</strong>l noticiero blandió el micrófono -como <strong>un</strong> barquillo <strong>de</strong> helado-, lo<br />
arrimó a la boca <strong>de</strong> <strong>un</strong> redactor <strong>de</strong>portivo, y le preg<strong>un</strong>tó:<br />
-¿Cómo le parece la <strong>noticia</strong>?<br />
Pacho no pudo reprimir <strong>un</strong> reflejo <strong>de</strong> redactor jefe.<br />
-¡Qué preg<strong>un</strong>ta tan idiota! -dijo-. ¿0 esperaba que dijeran que me <strong>de</strong>jarán <strong>un</strong> mes más?<br />
La radio, como siempre, era menos rigurosa, pero también más emotiva. Unos y otros se<br />
estaban concentrando en la casa <strong>de</strong> Hernando Santos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> transmitían<br />
<strong>de</strong>claraciones <strong>de</strong> todo el que encontraban a su paso. Esto aumentó el nerviosismo <strong>de</strong> Pacho,<br />
pues no le pareció <strong>de</strong>scabellado pensar que lo soltaran esa misma noche. «Así empezaron<br />
las veintiséis horas más largas <strong>de</strong> mi vida -ha dicho-. Cada seg<strong>un</strong>do era como <strong>un</strong>a hora.»<br />
La prensa estaba en todas partes. Las cámaras <strong>de</strong> televisión iban <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Pacho a la <strong>de</strong><br />
su padre, ambas <strong>de</strong>sbordadas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la noche <strong>de</strong>l domingo por parientes, amigos, simples<br />
curiosos y periodistas <strong>de</strong> todo el m<strong>un</strong>do. Mariavé y Hernando Santos no recuerdan cuántas<br />
veces fueron <strong>de</strong> <strong>un</strong>a casa a otra según los rumbos imprevistos que tomaban las <strong>noticia</strong>s,<br />
hasta el p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> que Pacho terminó por no saber a ciencia cierta cuál era la casa <strong>de</strong> quién<br />
en la televisión. Lo peor era que en cada casa volvían a hacerles a ambos las mismas