gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro
gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro
gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
secuestrados por los Extraditables. Habían <strong>de</strong> pasar todavía varias semanas antes <strong>de</strong> que<br />
éstos emitieran <strong>un</strong> reconocimiento formal <strong>de</strong>l <strong>secuestro</strong>.<br />
El responsable <strong>de</strong>l equipo <strong>de</strong> Diana era <strong>un</strong> paisa inteligente y campechano a quien todos<br />
llamaban don Pacho, sin apellidos ni más señas, Tenía <strong>un</strong>os treinta años, pero con <strong>un</strong><br />
aspecto reposado <strong>de</strong> hombre mayor. Su sola presencia tenía la virtud inmediata <strong>de</strong> resolver<br />
los problemas pendientes <strong>de</strong> la vida cotidiana y <strong>de</strong> sembrar esperanzas para el futuro. Les<br />
llevaba regalos a las rehenes, libros, caramelos, casetes <strong>de</strong> música y los ponía al corriente<br />
<strong>de</strong> la guerra y <strong>de</strong> la actualidad nacional.<br />
Sin embargo, sus apariciones eran ocasionales y <strong>de</strong>legaba mal su autoridad. Los guardianes<br />
y estafetas eran más bien caóticos, no estuvieron n<strong>un</strong>ca enmascarados, usaban<br />
sobrenombres <strong>de</strong> tiras cómicas y les llevaban a los rehenes -<strong>de</strong> <strong>un</strong>a casa a otra- mensajes<br />
orales o escritos que al menos les servían <strong>de</strong> consuelo. Des<strong>de</strong> la primera semana les<br />
compraron las suda<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> reglamento, los útiles <strong>de</strong> aseo y tocador y los periódicos<br />
locales. Diana y Azucena jugaban parchés con ellos, y muchas veces ayudaron a hacer las<br />
listas <strong>de</strong>l mercado. Uno dijo <strong>un</strong>a frase que Azucena registró asombrada en sus notas: «Por<br />
plata no se preocupen, que eso es lo que sobra». Al principio los guardianes vivían en el<br />
<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, escuchaban la música a todo volumen, comían sin horarios y andaban por la casa<br />
en calzoncillos. Pero Diana asumió <strong>un</strong> li<strong>de</strong>razgo que puso las cosas en su lugar. Los obligó<br />
a ponerse <strong>un</strong>a ropa <strong>de</strong>cente, a bajar el volumen <strong>de</strong> la música que les estorbaba el sueño e<br />
hizo salir <strong>de</strong>l cuarto a <strong>un</strong>o que pretendió dormir, en <strong>un</strong> colchón tendido j<strong>un</strong>to a su cama.<br />
Azucena, a sus veintiocho años, era tranquila y romántica, y no lograba vivir sin el esposo<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cuatro años aprendiendo a vivir con él. Sufría ráfagas <strong>de</strong> celos imaginarios y le<br />
escribía cartas <strong>de</strong> amor a sabiendas <strong>de</strong> que n<strong>un</strong>ca las recibiría. Des<strong>de</strong> la primera semana <strong>de</strong>l<br />
<strong>secuestro</strong> llevó notas diarias <strong>de</strong> <strong>un</strong>a gran frescura y utilidad para escribir su libro. Trabajaba<br />
en el noticiero <strong>de</strong> Diana <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía años y su relación con ella no había sido más que<br />
laboral, pero se i<strong>de</strong>ntificaron en el infort<strong>un</strong>io. Leían j<strong>un</strong>tas los periódicos, conversaban<br />
hasta el amanecer y trataban <strong>de</strong> dormir hasta la hora <strong>de</strong>l almuerzo. Diana era <strong>un</strong>a<br />
conversadora compulsiva y Azucena aprendía <strong>de</strong> ella las lecciones <strong>de</strong> vida que n<strong>un</strong>ca le<br />
habrían dado en la escuela.<br />
Los miembros <strong>de</strong> su equipo recuerdan a Diana como <strong>un</strong>a compañera inteligente, alegre y<br />
llena <strong>de</strong> vida, y <strong>un</strong>a analista sagaz <strong>de</strong> la política. En sus horas <strong>de</strong> <strong>de</strong>saliento los hizo<br />
partícipes <strong>de</strong> su sentimiento <strong>de</strong> culpa por haberlos comprometido en aquella aventura<br />
impre<strong>de</strong>cible. «No me importa lo que me pase a mí -les dijo- pero si a uste<strong>de</strong>s les pasa algo<br />
n<strong>un</strong>ca más podré vivir en paz conmigo misma.» Juan Vitta, con quien tenía <strong>un</strong>a amistad<br />
antigua, la inquietaba por su mala salud. Era <strong>un</strong>o <strong>de</strong> los que se habían opuesto al viaje con<br />
más energía y mayores razones, y sin embargo la había acompañado apenas salido <strong>de</strong>l<br />
hospital por <strong>un</strong> preinfarto serio. Diana no lo olvidó. El primer domingo <strong>de</strong>l <strong>secuestro</strong> entró<br />
llorando en su cuarto y le preg<strong>un</strong>tó si no la odiaba por no haberle hecho caso. Juan Vitta le<br />
contestó con toda franqueza. Sí: la había odiado <strong>de</strong> todo corazón cuando les com<strong>un</strong>icaron<br />
que estaban en manos <strong>de</strong> los Extraditables, pero había terminado por aceptar el <strong>secuestro</strong><br />
como <strong>un</strong> <strong>de</strong>stino ineludible. El rencor <strong>de</strong> los primeros días se le había convertido también a<br />
él en <strong>un</strong> sentimiento <strong>de</strong> culpa por no haber sido capaz <strong>de</strong> disuadirla.<br />
Hero Buss, Richard Becerra y Orlando Acevedo tenían por el momento menos motivos <strong>de</strong><br />
sobresaltos en <strong>un</strong>a casa cercana. Habían encontrado en los armarios <strong>un</strong>a cantidad insólita <strong>de</strong><br />
ropas <strong>de</strong> hombre, todavía en sus envolturas originales y con las etiquetas <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s<br />
marcas europeas. Los guardianes les contaron que Pablo Escobar tenía esas mudas <strong>de</strong><br />
emergencia en varias casas <strong>de</strong> seguridad. «Aprovechen, muchachos, y pidan lo que quieran