gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro
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trabajo para asimilarlas. El miedo había hecho estragos en ella: había perdido veinte kilos y<br />
su moral estaba por los suelos. Era <strong>un</strong> fantasma.<br />
Se había casado muy joven con <strong>un</strong> quiropráctico muy bien calificado en el m<strong>un</strong>do<br />
<strong>de</strong>portivo, corpulento y <strong>de</strong> gran corazón, que la amó sin reservas y con el cual tuvo cuatro<br />
hijas y tres hijos. Era ella quien llevaba las riendas <strong>de</strong> todo, en su casa y en alg<strong>un</strong>as ajenas,<br />
pues se sentía obligada a ocuparse <strong>de</strong> los problemas <strong>de</strong> <strong>un</strong>a numerosa familia antioqueña.<br />
Era como <strong>un</strong>a seg<strong>un</strong>da madre <strong>de</strong> todos, tanto por su autoridad como por sus <strong>de</strong>svelos, pero<br />
a<strong>de</strong>más se ocupaba <strong>de</strong> cualquier extraño que le tocara el corazón.<br />
Más por su in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia indomable que por necesidad, vendía automóviles y seguros <strong>de</strong><br />
vida, y parecía capaz <strong>de</strong> ven<strong>de</strong>r todo lo que quisiera, sólo porque quería tener su plata para<br />
gastársela. Sin embargo, quienes la conocieron <strong>de</strong> cerca se dolían <strong>de</strong> que <strong>un</strong>a mujer con<br />
tantas virtu<strong>de</strong>s naturales estuviera al mismo tiempo bajo el sino <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sgracia. Su esposo<br />
se vio incapacitado durante casi veinte años por tratamientos siquiátricos, dos hermanos<br />
habían muerto en <strong>un</strong> terrible acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> tránsito, otro fue fulminado por <strong>un</strong> infarto, otro<br />
aplastado por el poste <strong>de</strong> <strong>un</strong> semáforo en <strong>un</strong> confuso acci<strong>de</strong>nte callejero, y otro con<br />
vocación <strong>de</strong> andariego <strong>de</strong>sapareció para siempre.<br />
Su situación <strong>de</strong> secuestrada era insoluble. Ella misma compartía la i<strong>de</strong>a generalizada <strong>de</strong> que<br />
sólo la habían secuestrado para tener <strong>un</strong> rehén <strong>de</strong> peso al que pudieran asesinar sin frustrar<br />
las negociaciones <strong>de</strong> la entrega. Pero el hecho <strong>de</strong> que llevara sesenta días en capilla tal vez<br />
le permitía pensar que sus verdugos vislumbraban la posibilidad <strong>de</strong> obtener algún beneficio<br />
a cambio <strong>de</strong> su vida.<br />
Llamaba la atención, sin embargo, que a<strong>un</strong> en sus peores momentos pasaba largas horas<br />
ensimismada en el cuidado meticuloso <strong>de</strong> las uñas <strong>de</strong> sus manos y sus pies. Las limaba, las<br />
pulía, las brillaba con esmalte <strong>de</strong> color natural, <strong>de</strong> modo que parecían ser <strong>de</strong> <strong>un</strong>a mujer más<br />
joven. Igual atención ponía en <strong>de</strong>pilarse las cejas y las piernas. Una vez superados los<br />
escollos iniciales, Maruja y Beatriz le ayudaban. Aprendieron a manejarla. Con Beatriz<br />
sostenía conversaciones interminables sobre gente bien y mal querida, en <strong>un</strong>os cuchicheos<br />
interminables que exasperaban hasta a los guardianes. Maruja trataba <strong>de</strong> consolarla. Ambas<br />
se dolían <strong>de</strong> ser las únicas que la sabían viva, aparte <strong>de</strong> sus carceleros, y no podían<br />
contárselo a nadie.<br />
Uno <strong>de</strong> los pocos alivios <strong>de</strong> esos días fue el regreso sorpresivo <strong>de</strong>l jefe enmascarado que las<br />
había visitado el primer día. Volvió alegre y optimista, con la <strong>noticia</strong> <strong>de</strong> que podían ser<br />
liberadas antes <strong>de</strong>l 9 <strong>de</strong> diciembre, fecha prevista para la elección <strong>de</strong> la Asamblea<br />
Constituyente. La <strong>noticia</strong> tuvo <strong>un</strong> significado muy especial para Maruja, pues en esa fecha<br />
era su cumpleaños, y la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> pasarla en familia le inf<strong>un</strong>dió <strong>un</strong> júbilo prematuro. Pero fue<br />
<strong>un</strong>a ilusión efímera: <strong>un</strong>a semana <strong>de</strong>spués, el mismo jefe les dijo que no sólo no serían<br />
liberadas el 9 <strong>de</strong> diciembre, sino que el <strong>secuestro</strong> iba para largo: ni en Navidad ni en Año<br />
Nuevo. Fue <strong>un</strong> golpe rudo para ambas. Maruja sufrió <strong>un</strong> principio <strong>de</strong> flebitis que le causaba<br />
fuertes dolores en las piernas. Beatriz tuvo <strong>un</strong>a crisis <strong>de</strong> asfixia y le sangró la úlcera<br />
gástrica. Una noche, enloquecida por el dolor, le suplicó a Lamparón que hiciera <strong>un</strong>a<br />
excepción en las reglas <strong>de</strong>l cautiverio y le permitiera ir al baño a esa hora. Él la autorizó<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mucho pensarlo, con la advertencia <strong>de</strong> que corría <strong>un</strong> riesgo grave. Pero fue<br />
inútil. Beatriz prosiguió con <strong>un</strong> llantito <strong>de</strong> perro herido, sintiéndose morir, hasta que<br />
Lamparón se apiadó <strong>de</strong> ella y le consiguió con el mayordomo <strong>un</strong>a dosis <strong>de</strong> buscapina.<br />
A pesar <strong>de</strong> los esfuerzos que habían hecho hasta entonces, las rehenes no tenían indicios<br />
confiables <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> se encontraban. Por el temor <strong>de</strong> los guardianes a que los oyeran los<br />
vecinos, y por los ruidos y voces que llegaban <strong>de</strong>l exterior, pensaban que era <strong>un</strong> sector