gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro
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Pacho Santos había oído la <strong>noticia</strong> <strong>de</strong> la liberación <strong>de</strong> Maruja, la prematura <strong>de</strong> la suya y la<br />
pifia <strong>de</strong>l gobierno. En ese instante entró en el cuarto el hombre que le había hablado en la<br />
mañana, y lo llevó <strong>de</strong>l brazo y sin venda hasta la planta baja. Allí se dio cuenta <strong>de</strong> que la<br />
casa estaba vacía, y <strong>un</strong>o <strong>de</strong> sus escoltas le informó muerto <strong>de</strong> risa que se habían llevado los<br />
muebles en <strong>un</strong> camión <strong>de</strong> mudanza para no pagar el último mes <strong>de</strong> alquiler. Se <strong>de</strong>spidieron<br />
todos con gran<strong>de</strong>s abrazos, y le agra<strong>de</strong>cieron a Pacho lo mucho que habían aprendido <strong>de</strong> él.<br />
La réplica <strong>de</strong> Pacho fue sincera:<br />
-Yo también aprendí mucho <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s.<br />
En el garaje le entregaron <strong>un</strong> libro para que se tapara la cara fingiendo que leía y le<br />
cantaron las advertencias. Si tropezaban con la policía <strong>de</strong>bía tirarse <strong>de</strong>l carro para que ellos<br />
pudieran escapar. Y la más importante: no <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>cir que había estado en Bogotá sino a<br />
tres <strong>de</strong> horas <strong>de</strong> distancia por <strong>un</strong>a carretera escabrosa. Por <strong>un</strong>a razón tremenda: ellos sabían<br />
que Pacho era bastante perspicaz para haberse formado <strong>un</strong>a i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la dirección <strong>de</strong> la casa,<br />
y no <strong>de</strong>bía revelarla porque los guardianes habían convivido con el vecindario sin<br />
precaución alg<strong>un</strong>a durante los largos días <strong>de</strong>l <strong>secuestro</strong>.<br />
-Si usted lo cuenta -concluyó el responsable <strong>de</strong> la liberación- nos toca matar a todos los<br />
vecinos para que no nos reconozcan <strong>de</strong>spués.<br />
Frente a la caseta <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> la avenida Boyacá con la calle 80 el carro se apagó. Se<br />
resistió dos veces, tres, cuatro, y a la quinta prendió. Todos sudaron frío. Dos cuadras más<br />
allá le quitaron el libro al secuestrado, y lo soltaron en la esquina con tres billetes <strong>de</strong> a dos<br />
mil pesos para el taxi. Cogió el primero que pasó, con <strong>un</strong> chofer joven y simpático que no<br />
quiso cobrarle y se abrió camino a bocinazos y gritos <strong>de</strong> júbilo por entre la muchedumbre<br />
que esperaba en la puerta <strong>de</strong> su casa. Para los periodistas amarillos fue <strong>un</strong>a <strong>de</strong>silusión:<br />
esperaban a <strong>un</strong> hombre macilento y <strong>de</strong>rrotado <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> doscientos cuarenta y tres días <strong>de</strong><br />
encierro, y se encontraron con <strong>un</strong> Pacho Santos rejuvenecido por <strong>de</strong>ntro y por fuera, y más<br />
gordo, más atolondrado y con más ansias <strong>de</strong> vivir que n<strong>un</strong>ca. «Lo <strong>de</strong>volvieron igualito»,<br />
<strong>de</strong>claró su primo Enrique Santos Cal<strong>de</strong>rón. Otro, contagiado por el humor jubiloso <strong>de</strong> la<br />
familia, dijo: «Le faltaron <strong>un</strong>os seis meses más».<br />
Maruja estaba ya en su casa. Había llegado con Alberto, perseguida por las <strong>un</strong>ida<strong>de</strong>s<br />
móviles que los rebasaban, los precedían, transmitiendo en directo a través <strong>de</strong> los nudos <strong>de</strong>l<br />
tránsito. Los conductores que seguían por radio la peripecia los reconocían al pasar y los<br />
saludaban con redobles <strong>de</strong> bocinas, hasta que la ovación se generalizó a lo largo <strong>de</strong> la ruta.<br />
Andrés Villamizar había querido regresar a casa cuando perdió el rumbo <strong>de</strong> su padre, pero<br />
había manejado con tanta ru<strong>de</strong>za que el motor <strong>de</strong>l carro se <strong>de</strong>sprendió y se rompió la barra.<br />
Lo <strong>de</strong>jó al cuidado <strong>de</strong> los agentes <strong>de</strong> guardia en la caseta más cercana, y paró el primer<br />
automóvil que pasó: <strong>un</strong> BMW gris oscuro, manejado por <strong>un</strong> ejecutivo simpático que iba<br />
oyendo las <strong>noticia</strong>s. Andrés le dijo quién era, por qué estaba en apuros y le pidió que lo<br />
acercara hasta don<strong>de</strong> pudiera.<br />
-Súbase -le dijo-, pero le advierto que si es mentira lo que dice le va a ir muy mal.<br />
En la esquina <strong>de</strong> la carrera séptima con la calle 80 lo alcanzó <strong>un</strong>a amiga en <strong>un</strong> viejo<br />
Renault. Andrés siguió col, ella, pero el carro se les quedó sin aliento en la cuesta <strong>de</strong> la