gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro
gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro
gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
persona a la que el patrón le había dado disculpas. A las dos <strong>de</strong> la madrugada se puso <strong>de</strong> pie<br />
sin preámbulos y se <strong>de</strong>spidió con <strong>un</strong> saludo <strong>de</strong> la mano.<br />
-Hasta siempre, doctor Villamizar -dijo-. Ahora tengo que <strong>de</strong>saparecerme, y posiblemente<br />
no volveremos a vernos n<strong>un</strong>ca. Fue <strong>un</strong> placer conocerlo.<br />
Al amanecer <strong>de</strong>jaron a Villamizar embebido como <strong>un</strong>a esponja en la casa <strong>de</strong> La Loma. Por<br />
la tar<strong>de</strong>, en el avión <strong>de</strong> vuelta, no había otro tema <strong>de</strong> conversación que la entrega <strong>de</strong> Pablo<br />
Escobar. Villamizar era aquel día <strong>un</strong>o <strong>de</strong> los hombres más notables <strong>de</strong>l país, pero nadie lo<br />
reconoció entre la muchedumbre <strong>de</strong> los aeropuertos. Los periódicos habían señalado sin<br />
fotografías su presencia en la cárcel, pero el tamaño <strong>de</strong> su protagonismo real y <strong>de</strong>cisivo en<br />
todo el proceso <strong>de</strong> la entrega parecía <strong>de</strong>stinado a la penumbra <strong>de</strong> las glorias secretas.<br />
De regreso a casa aquella tar<strong>de</strong> se dio cuenta <strong>de</strong> que la vida cotidiana retomaba su hilo.<br />
Andrés estudiaba en el cuarto. Maruja libraba en silencio la dura guerra con sus fantasmas<br />
para volver a ser la misma. El caballo <strong>de</strong> la dinastía Tang había vuelto a su lugar, entre sus<br />
primorosas reliquias <strong>de</strong> Indonesia y sus antigüeda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> medio m<strong>un</strong>do, encabritado sobre la<br />
mesa sagrada en que ella lo quería y en el rincón don<strong>de</strong> soñaba verlo durante las noches<br />
interminables <strong>de</strong>l <strong>secuestro</strong>. Había vuelto a sus oficinas <strong>de</strong> Focine en el mismo automóvil<br />
en que la habían secuestrado -borradas ya las cicatrices <strong>de</strong> las balas en los cristales- y otro<br />
chofer nuevo y agra<strong>de</strong>cido ocupaba el asiento <strong>de</strong>l muerto. Antes <strong>de</strong> dos años sería<br />
nombrada ministra <strong>de</strong> Educación.<br />
Villamizar, sin empleo ni ganas <strong>de</strong> tenerlo, con <strong>un</strong> regusto ácido <strong>de</strong> la política, prefirió<br />
<strong>de</strong>scansar por <strong>un</strong> tiempo a su manera, reparando las pequeñas averías domésticas,<br />
bebiéndose el ocio sorbo a sorbo con viejos compinches, haciendo el mercado con su<br />
propia mano para gozar y hacer gozar a sus amigos <strong>de</strong> las <strong>de</strong>licias <strong>de</strong> la cocina popular. Era<br />
<strong>un</strong> estado <strong>de</strong> ánimo propicio para leer en las tar<strong>de</strong>s y <strong>de</strong>jarse crecer la barba. Un domingo<br />
durante el almuerzo, cuando ya las brumas <strong>de</strong> la nostalgia empezaban a enrarecer el pasado,<br />
alguien llamó a la puerta. Pensaron que Andrés había vuelto a olvidar las llaves. Como era<br />
el día libre <strong>de</strong>l servicio, Villamizar abrió. Un hombre joven <strong>de</strong> chaqueta <strong>de</strong>portiva le<br />
entregó <strong>un</strong> paquetito envuelto en papel <strong>de</strong> regalo y atado con <strong>un</strong>a cinta dorada, y<br />
<strong>de</strong>sapareció por la escalera sin <strong>de</strong>cirle <strong>un</strong>a palabra ni darle tiempo <strong>de</strong> preg<strong>un</strong>tar nada.<br />
Villamizar pensó que podía ser <strong>un</strong>a bomba. En <strong>un</strong> instante lo estremeció la náusea <strong>de</strong>l<br />
<strong>secuestro</strong>, pero <strong>de</strong>shizo el lazo y <strong>de</strong>senvolvió el paquetito con la p<strong>un</strong>ta <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos, lejos<br />
<strong>de</strong>l comedor don<strong>de</strong> Maruja lo esperaba. Era <strong>un</strong> estuche <strong>de</strong> piel artificial, y <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l<br />
estuche, en su nido <strong>de</strong> raso, estaba el anillo que le habían quitado a Maruja la noche <strong>de</strong>l<br />
<strong>secuestro</strong>. Le faltaba <strong>un</strong>a chispa <strong>de</strong> diamante, pero era el mismo.<br />
Ella no podía creerlo. Se lo puso, y se dio cuenta <strong>de</strong> que estaba recobrando la salud a toda<br />
prisa, pues ya le venía bien al <strong>de</strong>do.<br />
-¡Qué barbaridad! -suspiró ilusionada-. Todo esto ha sido como para escribir <strong>un</strong> libro.