gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-noticia-de-un-secuestro
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-¿La van a matar?<br />
El Monje se crispó.<br />
-Esas vainas no se preg<strong>un</strong>tan -dijo. Pero se recuperó enseguida-: Ya le dije que va para <strong>un</strong>a<br />
finca mejor. Palabra.<br />
Maruja trató <strong>de</strong> impedir a toda costa que se la llevaran. Como no había allí ningún jefe,<br />
cosa insólita en <strong>un</strong>a <strong>de</strong>cisión tan importante, pidió que llamaran a <strong>un</strong>o <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> ella para<br />
discutirlo. Pero la disputa fue interrumpida por otro guardián que entró a llevarse el radio y<br />
el televisor. Los <strong>de</strong>sconectó sin más explicaciones, y el último <strong>de</strong>stello <strong>de</strong> la fiesta se<br />
<strong>de</strong>svaneció en el cuarto. Maruja les pidió que les <strong>de</strong>jaran al menos terminar el programa.<br />
Beatriz fue aún más agresiva, pero fue inútil. Se fueron con el radio y el televisor, y <strong>de</strong>jaron<br />
dicho a Marina que volvían por ella en cinco minutos. Maruja y Beatriz, solas en el cuarto,<br />
no sabían qué creer, ni a quién creérselo, ni hasta qué p<strong>un</strong>to aquella <strong>de</strong>cisión inescrutable<br />
formaba parte <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>stinos.<br />
Marina se <strong>de</strong>moró en el baño mucho más <strong>de</strong> cinco minutos. Volvió al dormitorio con la<br />
suda<strong>de</strong>ra rosada completa, las medias marrones <strong>de</strong> hombre y los zapatos que llevaba el día<br />
<strong>de</strong>l <strong>secuestro</strong>. La suda<strong>de</strong>ra estaba limpia y recién planchada. Los zapatos tenían el verdín <strong>de</strong><br />
la humedad y parecían <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>s, porque los pies habían disminuido dos números<br />
en cuatro meses <strong>de</strong> sufrimientos. Marina seguía <strong>de</strong>scolorida y empapada por <strong>un</strong> sudor<br />
glacial, pero todavía le quedaba <strong>un</strong>a brizna <strong>de</strong> ilusión.<br />
-¡Quién sabe si me van a liberar! -dijo.<br />
Sin ponerse <strong>de</strong> acuerdo, Maruja y Beatriz <strong>de</strong>cidieron que cualquiera que fuese la suerte <strong>de</strong><br />
Marina, lo más cristiano era engañarla.<br />
-Seguro que sí -le dijo Beatriz.<br />
-Así es -dijo Maruja con su primera sonrisa radiante . ¡Qué maravilla!<br />
La reacción <strong>de</strong> Marina fue sorpren<strong>de</strong>nte. Les preg<strong>un</strong>tó entre broma y <strong>de</strong> veras qué recados<br />
querían mandar a sus familias. Ellas los improvisaron lo mejor que pudieron. Marina,<br />
riéndose <strong>un</strong> poco <strong>de</strong> sí misma, le pidió a Beatriz que le prestara la loción <strong>de</strong> hombre que<br />
Lamparón le había regalado en la Navidad. Beatriz se la prestó, y Marina se perfumó <strong>de</strong>trás<br />
<strong>de</strong> las orejas con <strong>un</strong>a elegancia legítima, se arregló sin espejo con leves toques <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos<br />
la hermosa cabellera <strong>de</strong> nieves marchitas, y al final pareció dispuesta para ser libre y feliz.<br />
En realidad, estaba al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l <strong>de</strong>smayo. Le pidió <strong>un</strong> cigarrillo a Maruja, y se sentó a<br />
fumárselo en la cama mientras iban por ella. Se lo fumó <strong>de</strong>spacio, con gran<strong>de</strong>s bocanadas<br />
<strong>de</strong> angustia, mientras repasaba milímetro a milímetro la miseria <strong>de</strong> aquel antro en el que no<br />
encontró <strong>un</strong> instante <strong>de</strong> piedad, y en el que no le concedieron al final ni siquiera la dignidad<br />
<strong>de</strong> morir en su cama.<br />
Beatriz, para no llorar, le repitió en serio el mensaje para su familia: «Si tiene oport<strong>un</strong>idad<br />
<strong>de</strong> ver a mi marido y a mis hijos, dígales que estoy bien y que los quiero mucho». Pero<br />
Marina no era ya <strong>de</strong> este m<strong>un</strong>do.<br />
-No me pida eso -le contestó sin mirarla siquiera-. Yo sé que n<strong>un</strong>ca tendré esa oport<strong>un</strong>idad.<br />
Maruja le llevó <strong>un</strong> vaso <strong>de</strong> agua con dos pastillas barbitúricas que habrían bastado para<br />
dormir tres días. Tuvo que darle el agua, porque Marina no acertaba a encontrarse la boca<br />
con el vaso por el temblor <strong>de</strong> las manos. Entonces le vio el fondo <strong>de</strong> los ojos radiantes, y