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ÍndiceIBERCAJA - Ibercaja Obra Social

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Sin embargo, no faltaron las operaciones militares que se combinaron con las guerrillas. Éstas se extendieron por toda Cataluña<br />

y por toda España. Las protagonizaban grupos irregulares, que aprovechaban los momentos y las circunstancias en que<br />

la relación de fuerza les era favorable, para tender emboscadas y llevar a cabo ataques por sorpresa, evitando batallas campales.<br />

Eran considerados «patriotas» por el mismo pueblo. Sin embargo creían que con esas guerrillas se dificultaban los movimientos<br />

de las tropas invasoras y sus comunicaciones. Evidentemente la extraordinaria amplitud de la respuesta guerrillera<br />

en toda España dio al traste con los planes de Napoleón de dominar la Península. En Cataluña, no obstante, el dominio militar<br />

francés fue indiscutible, aunque limitado a los núcleos de población importantes y a las fortificaciones de interés estratégico.<br />

Barcelona fue dominada desde el primer momento; un intento de insurrección, en 1808 (la conspiración de la Ascensión),<br />

resultó abortado por una delación y sus principales conjurados, sentenciados a pena de muerte. En junio de 1809 en<br />

Barcelona fueron ejecutados los presbíteros Pou y Gallifa, el subteniente Navarro y los ciudadanos Massana y Aulet. Todos<br />

ellos considerados «patriotas» por el bando contrario a Napoleón.<br />

Después de la mencionada ejecución del grupo de patriotas el 3 de junio de 1809, penetraron en Barcelona un gran desengaño<br />

y una fuerte sensación de impotencia. ¡No se podía hacer nada ante «la tiranía de aquellos intrusos franceses»! Por<br />

esto se iniciaron un sinfín de descabelladas acciones dirigidas por el general español Lacy y por el sacerdote barcelonés Pedro<br />

Coret Sala. Mn. Coret nació en Lliçà d’Amunt el 9 de marzo de 1770. Recibió la tonsura el 15 de septiembre de 1795.<br />

Durante el mes de octubre del mismo año recibió un beneficio en Caldes de Montbui. El obispo Eustaquio de Azara le confirió<br />

las cuatro órdenes menores el día 1 de abril de 1796. Fue ordenado diácono el mes de junio de 1797, y presbítero el<br />

21 de septiembre de 1798. En ese mismo año se le confía el cargo de oficial de la curia eclesiástica de Barcelona. Según<br />

un amplio cúmulo de documentos custodiados en el Archivo Diocesano de Barcelona, el mencionado sacerdote al que Lacy<br />

concedió el grado militar de comandante, intervino y dirigió todas las conspiraciones contra los franceses en Barcelona entre<br />

1809 y 1813. Así se le acusó: «de haber realizado una mina para introducir dentro de la ciudad las tropas españolas; de<br />

haber intentado volar los almacenes de pólvora de la Ciudadela de Barcelona; de emponzoñar todo el ejército francés de la<br />

capital». Los planes fantasmagóricos del sacerdote Mn. Coret –a excepción de la ‘conspiración de los venenos’– fueron en<br />

gran parte inútiles, porque el mismo Coret ejercía de espía de los propios franceses y cobraba por la información que daba<br />

a los españoles o, en otros casos, a los intrusos franceses siempre a través de una amante espía francesa. Obviamente, hemos<br />

podido comprobar que a él se le deben muchos casos de intoxicación, ya que muchas de las fuentes de Barcelona y alrededores<br />

por donde pasaban las tropas francesas fueron envenenadas. Testigos de esos hechos son los mismos franceses que<br />

creían que los aires y aguas de los alrededores de Montserrat eran absolutamente insanos, ya que desconocían la nefasta<br />

actuación de Mn. Coret. Más aún, conocemos un diario del soldado francés denominado Raaf que expone con vivos colores<br />

la intoxicación de algunos soldados en Montjuïc durante el verano de 1812. Muchos de esos franceses –por lo menos medio<br />

millar– ingresaron en el Hospital de la Santa Cruz de Barcelona. Había quien interpretaba que era una acción «patriótica»<br />

eliminar cualquier intruso francés. Incluso se promulgó el siguiente decreto:<br />

«El excelentísimo Señor Comandante General de este Principado (General Lacy) me dice lo siguiente que deberá leerse en<br />

todas las misas del domingo: ‘No debiendo omitirse medio alguno de cuantos pueden contribuir al exterminio de los vándalos<br />

que infestan nuestro suelo, y siendo al mismo tiempo justo proporcionar recompensas a los buenos patriotas que se<br />

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