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ÍndiceIBERCAJA - Ibercaja Obra Social

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Goya, o que le contaron, él se propuso dar un sentido universal y ejemplarizante a esas escenas, llegar a lo hondo del<br />

espíritu de los que las contemplasen, y que fueran entendidas en cualquier circunstancia y contexto, pues lo que plasman<br />

se sigue repitiendo en espacios y tiempos distintos.<br />

Goya no fue un «afrancesado», como tópicamente se ha venido repitiendo, sino un patriota que rechazó la imposición por<br />

la fuerza y la violencia, sin el consentimiento de la mayoría de los españoles, de las supuestas «ideas revolucionarias» y las<br />

«libertades» que Napoleón y su hermano el rey José I decían traer a España. No era posible el progreso sin libertad, como<br />

ya había manifestado Jovellanos. Goya destaca a los responsables de la guerra, a los que traicionaron a la nación y al pueblo<br />

español, y exalta a los héroes y a los que lucharon por las libertades, aun a costa de perder su vida; pero su postura<br />

política patriótica no le impedía denunciar también en los «Desastres» la venganza y ensañamiento de los guerrilleros y miembros<br />

del ese mismo pueblo contra los franceses. El Goya ilustrado anhelaba el triunfo definitivo de las «luces», de la razón,<br />

de las ideas ilustradas, que después de 1812 vería posible que las pudiesen hacer realidad los jóvenes liberales españoles.<br />

Cuando Goya estaba en pleno proceso de ejecución de los grabados de esa primera parte de los «Desastres», Madrid<br />

padeció la terrible hambruna de 1811 y 1812, con sus lamentables consecuencias, pues fallecieron más de 20.000<br />

madrileños a causa del hambre y de las enfermedades asociadas. Goya contempló lo que el niño de 8 y 9 años, Ramón<br />

Mesonero Romanos, rememoraría siendo ya un sesentón en sus memorias: «aquel espectáculo de desesperación y de<br />

angustia; la vista de infinitos seres humanos expirando en medio de las calles y en pleno día; los lamentos de las mujeres<br />

y de los niños al lado de los cadáveres de sus padres y hermanos tendidos en las aceras y que eran recogidos dos<br />

veces al día por los carros de las parroquias».<br />

Goya, en un segundo grupo de grabados de los «Desastres», que van desde el 48 al 64, nos muestra con toda crudeza el<br />

hambre de Madrid y sus consecuencias en la población. En dantescas imágenes representó la súplica de los hambrientos<br />

(55, 57 y 58), el ejercicio de la caridad (49, 51 y 59) por instituciones de beneficencia y particulares; la amargura y desesperación<br />

de los humildes famélicos (54, 57 y 60), ante la indiferencia de individuos pudientes o acomodados, muchos de<br />

ellos josefinos o afrancesados (61); la muerte por el hambre y por las secuelas neurológicas de la intoxicación por la alimentación<br />

con almortas o guijas (48, 52, 53 y 62); el amontonamiento de los cadáveres en las calles a la espera de ser<br />

recogidos por los carros funerarios (63), y el entierro de los cadáveres por las parroquias (50, 56 y 64).<br />

La mayor mortandad se produjo en el invierno y primera mitad de 1812. La esposa de Goya, Josefa Bayeu, murió el<br />

20 de junio de 1812, y posiblemente a consecuencia de las enfermedades asociadas o favorecidas por situación tan<br />

calamitosa. Goya no podía estar al margen de tanta desgracia, de tantos padecimientos, y durante el desarrollo de la<br />

hambruna comenzaría a hacer los dibujos preparatorios para las escenas que grabaría poco después, seguramente tras<br />

la liberación definitiva de Madrid del dominio francés, es decir, a partir de junio de 1813. En la segunda mitad de dicho<br />

año y en los primeros meses de 1814 podría tener grabadas dichas escenas, pues ya podría contar con las planchas<br />

o láminas de cobre necesarias.<br />

El último grupo de los «Desastres», los llamados por el propio artista «Caprichos enfáticos», cierra el ciclo. Son dieciséis<br />

grabados (núms. 65 a 80), y los debió de idear y realizar Goya después del regreso a España y al trono de Fer-<br />

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