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ÍndiceIBERCAJA - Ibercaja Obra Social

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Asimismo, en algunos representó Goya a mujeres enfrentándose a los invasores, con lanzas y armas domésticas, referidas,<br />

sin duda, a sucesos acaecidos durante el Primer Sitio de Zaragoza (4, 5 y 7). También hay escenas en las que<br />

los franceses violan y asesinan a mujeres españolas (9, 10, 11, 13 y 19), se ensañan con miembros del clero y roban<br />

obras de arte y de culto de las iglesias (46 y 47), o saquean y se dan al pillaje, incluso despojando de sus uniformes<br />

y vestimentas a los patriotas que han matado (16); hasta eso llega la miseria humana.<br />

Ante la llegada de los ejércitos franceses los habitantes de los pueblos huyen despavoridos (42, 43, 44 y 45), portando<br />

consigo en algunos casos lo que han podido coger, o los animales de carga para ponerse a salvo de la furia de los<br />

invasores, que incluso incendian las poblaciones (41), como ocurrió con la localidad madrileña de Chinchón, incendio del<br />

que tendría noticia Goya por su hermano Camilo, capellán en la iglesia de la localidad y testigo del criminal acontecimiento.<br />

La crueldad y violencia de los soldados napoleónicos fue destacada por Goya. Pero no por ello deja de mostrarnos la<br />

barbarie y violencia que desplegaron los combatientes y guerrilleros españoles contra los franceses (6 y 39), o contra<br />

los españoles colaboracionistas con las autoridades josefinas, llamados entonces «infidentes» (14, 28, 31 y 32) y conocidos<br />

después como «afrancesados». La Junta Central Suprema, auténtico gobierno patriota presidido por el conde de<br />

Floridablanca en la primera etapa de la guerra de la Independencia, había decretado: «Se autoriza a todos los españoles<br />

a armarse para atacar y despojar a los soldados franceses». La reacción violenta, con ensañamiento, de los paisanos<br />

españoles contra los soldados franceses está presente en algunos de los grabados (28 y 29). También la destrucción<br />

y la muerte quedaron reflejadas en el hundimiento de un edificio (30), hecho sucedido sin duda durante el<br />

Primer Sitio de Zaragoza, cuando explotó el polvorín que había en el Seminario Conciliar, provocando la destrucción<br />

de las casas próximas y la muerte de sus moradores. Destacan también los grabados en los que aparecen cadáveres<br />

amontonados tras los combates (18, 21, 22 y 23), o preparados para ser enterrados (27), escenas que Goya contempló<br />

durante su accidentado y peligroso viaje de retorno de Zaragoza a Madrid en diciembre de 1808, y que transmiten<br />

una terrible sensación de desolación y muerte. Y soldados que están siendo curados para reintegrarse lo antes<br />

posible a la lucha contra el invasor (20, 24 y 25).<br />

La violencia, el ensañamiento y la manifestación de los instintos más bajos e irracionales no son exclusivos de los franceses.<br />

Goya nos muestra con la máxima crudeza y realismo la represión y la muerte ejercida no sólo por los soldados<br />

franceses invasores, sino también por los patriotas españoles, presentados como «populacho» por su comportamiento<br />

nada ejemplar, y por los violentos guerrilleros, que se comportaron en muchas ocasiones con la misma o superior violencia<br />

contra los prisioneros franceses, descuartizando sus cuerpos (39) o empalándoles (37).<br />

Para un hombre como Goya, que se había nutrido de las ideas y sensibilidad ilustradas, la guerra y sus «fatales consecuencias»<br />

representaban el triunfo de la sinrazón, de las sombras, de lo más miserable e inhumano del hombre, arrastrado<br />

por la violencia y el instinto destructor, el odio y la venganza, el deseo de aniquilación del contrario. Los protagonistas,<br />

vencedores y vencidos, militares y civiles, se deshumanizan, se degradan, se convierten en meros instrumentos<br />

de la violencia más terrible y abyecta. Aunque estén referidas las escenas a situaciones concretas contempladas por<br />

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