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Pero en la serie de los «Desastres», como hemos dicho, la combinación de aguafuerte y aguada, asociadas a la punta seca,
el buril, con toques de bruñidor y en algunos casos con el aguatinta, será la más habitual. Con esa variedad de técnicas y
resultados Goya consiguió escenas con efectos más pictoricistas y abundantes matizaciones plásticas y tonales.
Las composiciones que predominan en las escenas de los «Desastres» son las triangulares o piramidales, y las horizontales,
con figuras en primer plano, muchas de ellas en diagonal, para dar mayor énfasis e inmediatez a las escenas,
de modo que el contemplador capta de inmediato el dramatismo y la tensión de dichas escenas. Los efectos de
claroscuro y los trazos negros e intensos del aguafuerte y de la punta seca resaltan la expresividad de los rostros y de
los gestos de los protagonistas.
Contenidos y significado de los «Desastres»: la guerra, la violencia, la crueldad, el pillaje,
el hambre y la miseria, la muerte, la irracionalidad, la falta de libertad
Goya no ordenó de una forma metódica y rigurosa los 80 grabados que conforman «Los Desastres de la Guerra», pero,
en la colección encuadernada de pruebas de estado que entregó a Ceán Bermúdez y que sirvió para la ordenación de
las ocho ediciones de los mismos, se aprecia una disposición lógica y un agrupamiento temático que los secuencia según
el desarrollo de los acontecimientos en ellos reflejados. En ese sentido, se pueden agrupar los «Desastres» en tres grandes
partes o bloques temáticos. El primero de ellos agrupa a los cuarenta y siete primeros grabados, que están referidos
a la guerra de la Independencia, y especialmente a sucesos vistos por el propio artista o contados por protagonistas
de los mismos en los años 1808 y 1809. Que Goya fue testigo presencial de algunos de esos sucesos lo
manifiesta en uno de los grabados, el número 44, en el que escribió «Yo lo ví».
En los grabados de ese bloque abundan las escenas de combate entre patriotas y soldados franceses, algunos de ellos
claramente referidos a los combates del 2 de mayo de 1808 en Madrid (núms. 2 y 3), y de represión de los franceses
contra las patriotas españoles (15, 26, 33, 34, 35, 36, 37 y 38), algunos de los cuales corresponderían a los fusilamientos
de patriotas madrileños en la madrugada del 3 de mayo en Madrid. Aparecen patriotas fusilados, ahorcados,
estrangulados o ahogados, y agarrotados. Los mandos del ejército francés de ocupación habían decretado que «todo aquel
que sea aprehendido con las armas en la mano será ahorcado sin más formalidades», por lo que los soldados franceses
se sentían autorizados a ejercer la represión sin contemplaciones contra los patriotas españoles que opusieran resistencia.
Mediada la guerra, un decreto del ejército francés en España condenaba a todos los prisioneros españoles que se
hiciesen en combate y que no jurasen lealtad al rey José I a ser ajusticiados, y sus cadáveres expuestos en los caminos
más transitados para escarmiento y ejemplaridad. Era una manera de atemorizar a los guerrilleros españoles que combatían
de forma poco organizada pero muy eficaz a los ejércitos franceses, atacando por sorpresa sus convoyes de aprovisionamiento
de pertrechos y víveres, los envíos de dinero, las retaguardias de sus destacamentos y las pequeñas guarniciones.
Las tropas francesas, si bien ocupaban buena parte del territorio español, no lo hicieron de forma regular y
sistemática, concentrándose en las ciudades y núcleos de población importantes y en las principales vías de comunicación.
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