ÍndiceIBERCAJA - Ibercaja Obra Social
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nando VII, «El Deseado». Después de suspender y declarar nulos tanto la Constitución liberal de 1812 como todos los<br />
decretos y leyes emanadas de las Cortes de Cádiz, el Borbón volvió al Antiguo Régimen y persiguió y encarceló a los<br />
diputados liberales doceañistas que más se habían distinguido en las Cortes de Cádiz. El triunfo definitivo de las «luces»<br />
y del progreso de la mano de una monarquía constitucional asentada sobre la base de la Constitución de Cádiz y de<br />
un régimen parlamentario se desvanecieron. Goya, en el retiro de su estudio, con la misma discreción con que había<br />
hechos los grabados que formarían buena parte de «Los Desastres de la Guerra», decidió que acabaría agregando a<br />
los grabados ya realizados sobre la guerra y sus fatales consecuencias otros «Caprichos» que, con un absoluto sentido<br />
crítico, reflejasen su desesperanza con la nueva situación política que iniciaba en España, remedo de tiempos pasados.<br />
En ellos se afirma la crítica al monarca reaccionario y oscurantista, que implantaba de nuevo el absolutismo en España,<br />
y que se valía de la religión y de las creencias en manos del clero regular y del secular nada ilustrado (66 y 67), y<br />
que permitía la superstición, la ignorancia y la hipocresía (68). Una crítica a la política del absolutismo que conducía<br />
al «abismo» de la mano de los serviles o reaccionarios (70, 71, 72, 73 y 75), que depuraba a los liberales (74), y<br />
que derogaba y «enterraba» la Constitución de 1812 (79). Inspirándose en la obra poética Los animales parlantes<br />
del italiano Juan Bautista Casti, Goya utilizó de forma alegórica a lobos, vampiros chupasangres, zorras, búhos y buitres,<br />
para figuradamente referirse a Fernando VII y a sus reaccionarias medidas políticas (73, 74 y 75), que deshumanizaban;<br />
pero el caballo, animal noble, que se defiende del ataque de los lobos (absolutistas) representaría en el<br />
grabado 78 la España constitucional.<br />
Todos los esfuerzos, sacrificios y muertos durante la guerra de la Independencia de «Nada» han servido, como ha escrito<br />
el muerto a medio enterrar del grabado 69. El último grabado, el titulado «Si resucitará?» la Verdad, la Constitución,<br />
deja un resquicio a la esperanza, al progreso y a la luz, si se lograse implantar las ideas liberales en España. Algo que<br />
se volvió a intentar sin éxito durante el Trienio Liberal (1820-1823). Habría que esperar a la muerte de Fernando VII<br />
y a la revolución de 1835 para que el Estado liberal comenzase a asentarse definitivamente en España. Pero Goya<br />
moriría en Burdeos en 1828 sin verlo hecho realidad.<br />
Todavía hoy las escenas de los «Desastres» nos estremecen por la dureza, fuerza expresiva y realismo con que Goya<br />
plasmó los horrores de la guerra y sus terribles secuelas: muertes, destrucciones materiales, dolor y aniquilamiento espiritual.<br />
Nada hay de anecdótico, de «corrección política», de sentimentalismo. Por ello, nos parecen vivas sus escenas,<br />
trasladables hoy a Irak, a Afganistán, a Somalia, a Eritrea, o a Chad. Los actuales reporteros de guerra, con sus magníficas<br />
cámaras fotográficas y de vídeo, son capaces de recoger y transmitir con inmediatez al mundo entero escenas<br />
terribles por la violencia y crueldad de los efectos de la guerra y de los atentados terroristas. Pero seguro que ya no<br />
logran conmovernos como hicieron «Los Desastres de la Guerra» a los amigos y allegados de Goya que tuvieron el privilegio<br />
de verlos privadamente en el estudio del pintor. No eran imágenes publicables, eran demasiado veraces y duras, y totalmente<br />
inadecuadas para los tiempos de la Restauración absolutista. Tendrían que pasar una cincuentena de años para que<br />
pudieran editarse sin censuras ni contratiempos. Hoy esos grabados nos siguen interrogando sobre los comportamientos humanos<br />
e incitándonos intelectual y moralmente a reflexionar sobre los males de la guerra y de sus fatales consecuencias.