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ÍndiceIBERCAJA - Ibercaja Obra Social

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hemos comentado. Todo esto movilizó a la policía francesa, y muchos espías –entre ellos Mn. Coret– huyeron de Barcelona.<br />

Coret cayó en manos de Lacy, que ahora estaba convencido de que era un doble espía, y por esta causa lo entregó al<br />

gobernador eclesiástico de Barcelona, el doctor Avellà, y fue encarcelado durante algunos meses en Cardona. Aun así, todos<br />

estaban implicados en el asunto de espionaje y traición de Mn. Coret, y por eso no se presentaron las acusaciones concretas.<br />

Avellà tuvo que callar y darle la libertad.<br />

Lacy también fue acusado de ser poco eficaz y fue sustituido por el general Copons y Navía a principios de 1813. A continuación,<br />

Copons se pronunció en contra de las tácticas de Lacy y de Mn. Coret, especialmente contra la utilización del veneno.<br />

Los autores o participantes de la «conspiración de los venenos» que cayeron en manos de los franceses, fueron juzgados;<br />

aunque no fueron ajusticiados debido a las insistentes súplicas del vicario general de Barcelona, Francisco Sans i Sala. Salieron<br />

de prisión cuando los franceses dejaron Barcelona. Es la otra cara de los desastres de la guerra.<br />

A Mn. Coret, que en este periodo (1814) residía en Vic en casa del Sr. Ignasi Parrellas, después de haber pedido las licencias<br />

(de decir misa) a su obispo, y a pesar de que el informe del doctor Avellà fue negativo, se le abrió la posibilidad de<br />

poder, al menos, celebrar misa y así poder percibir el estipendio. No sabemos el motivo de esta tan benévola concesión por<br />

parte del obispo de Barcelona Sichar. Éste le puso una condición: Coret debía dejar a su amante espía francesa y examinarse<br />

en la curia episcopal, o sea de Vic. La reacción de Mn. Coret no fue demasiado favorable a examinarse de las rúbricas de la<br />

misa, puesto que se queja al vicario general Martí Coll de Vic: «Reconozco lo poco que he podido estudiar en estos últimos<br />

años». Por eso no se atrevió a presentarse a los exámenes de las otras licencias (predicar y confesar). El obispo Sichar de<br />

Barcelona al fin le concedió por escrito la licencia para celebrar misa, para tener con ello la posibilidad de poder vivir, o mejor<br />

dicho malvivir.<br />

No sabemos nada más de este enigmático sacerdote. Sólo que en el año de su defunción, en 1824, quedó vacante por esta<br />

causa el beneficio de Sant Pere de Caldes de Montbui, del cual él era obtentor.<br />

El yugo francés se hizo insoportable en Barcelona, pues desde el 26 de enero de 1812 Cataluña fue anexionada a Francia<br />

y dividida en cuatro departamentos: el del Ter, con capital en Gerona; el del Segre, con capital en Puigcerdà; el de Montserrat,<br />

con capital en Barcelona; y el de Bocas del Ebro, con capital en Lérida.<br />

En julio de 1813 José I tuvo que abandonar España y el mariscal Suchet evacuó Valencia y organizó en Cataluña sus últimas<br />

líneas defensivas, hasta que finalmente, el 25 de abril de 1814, firmó un armisticio con el general británico Wellington.<br />

Los franceses salieron de Barcelona y de otras plazas fuertes que habían ocupado hasta el último momento, como Tortosa,<br />

Hostalric y Figueres.<br />

En el verano de 1814 volvieron a Barcelona los prohombres de esta ciudad que se habían exiliado. Pero una parte del clero<br />

diocesano y religioso sufrió una durísima persecución. Algunos fueron despiadadamente mal tratados, interrogados como traidores<br />

e incluso condenados por colaboracionistas. En el Archivo Diocesano hay gran cantidad de esos procesos; pero ninguno<br />

es más curioso y más vergonzante que el de Mn. Coret, que era un portento de sinvergüenza. ¡Qué lástima que no fuera<br />

pintado por Goya!<br />

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