Lectura y bibliotecas escolares - OEI
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Lo que leen los jóvenes y las instituciones educativas: de la transmisión a la mediación<br />
EL LIBRO JUVENIL CONTRA LAS HISTORIETAS O LA LUCHA<br />
DE LA CULTURA CONTRA EL COMERCIO<br />
Las bibliotecarias no ven motivo para no combinar ambas cosas, puesto que entre su público selecto<br />
no abundan los malos lectores. Idean en cambio para los chiquitines tácticas de iniciación<br />
a los libros de viñetas que se generalizarán en la siguiente generación, introduciendo el “rincón<br />
de leer” en las aulas de preescolar. Los maestros, apremiados por urgencias más prosaicas (lectura,<br />
aritmética, ortografía, historia y geografía), se contentan con animar a los lectores de buena<br />
voluntad para que lean más en los ratos libres, fuera de la clase. Es, pues, frecuente que las bibliotecarias<br />
reprochen a los docentes que se conforman con poco y hacen que demasiados niños le<br />
“cojan manía” a la lectura al convertirla en un ejercicio. Pero todo el mundo comparte esa misma<br />
preocupación por las “obras de calidad” estilística, estética y ética, de forma tal que, tanto en las<br />
escuelas norteamericanas cuanto en las escuelas francesas, la función de transmisión prevalece<br />
hasta la década de 1950, ya que la transmisión se basa en el libro y ese producto duradero parece<br />
estar al abrigo de las tentaciones comerciales que acechan a otros productos efímeros: las publicaciones<br />
periódicas para niños. La corporación docente tiene la obligación de levantar barreras que<br />
aparten a los niños de las malas lecturas.<br />
Pues, dado que se da por hecho que los niños son muy influenciables, se temen los daños que determinadas<br />
lecturas podrían causar en su “alma sensible” o en su “psiquismo en pleno desarrollo”:<br />
los psicólogos recuperan lo que antes predicaban las Iglesias. Ahora bien, por culpa de la Segunda<br />
Guerra Mundial han quedado abandonados muchos adolescentes y, en consecuencia, durante<br />
la Liberación la delincuencia juvenil se convierte en un tema preocupante de envergadura. Hay<br />
quienes señalan con el dedo a la prensa popular y sus narraciones escritas manga por hombro<br />
con un estilo ramplón y unas ilustraciones feas y de colores chillones y cuyos protagonistas son<br />
de moral dudosa o tienen comportamientos antisociales. Los educadores estigmatizan las ediciones<br />
mercantiles que solo piensan en la ganancia y las publicaciones de historietas juveniles que<br />
rebosan de bandidos enmascarados, ladrones mañosos o gamberros impunes. Tanto en Inglaterra<br />
como en Estados Unidos los cartoons inundan el mercado; se traducen o se adaptan a otras lenguas<br />
con tanta profusión que algunas Ligas para la protección de la infancia, en las que participan<br />
todas las tendencias políticas, se encrespan contra “esos periódicos infantiles que presentan de<br />
forma favorable el bandidaje, el robo y la pereza”, aunque esté demostrado que “el 88% de los<br />
niños leen libros malos 56 ”.<br />
Contra la prensa de mala calidad, contra las historietas que “embrutecen” o “intoxican”, pero<br />
que los adolescentes compran porque son baratas y “no tienen nada más para saciar su sed de<br />
lectura 57 ”, los mediadores se convierten en defensores incondicionales del libro. Es fácil soltar<br />
sermones indignados, resulta más difícil idear tácticas defensivas. En Estados Unidos, ya desde<br />
56<br />
Charles Schmidt, conservador de las <strong>bibliotecas</strong>, en L’éducation nationale, 3 de diciembre de 1952.<br />
“Cette relation, soit-disant ‘démontrée’, entre mauvaise lecture et délinquence est un lieu commun de<br />
l’époque”.<br />
57<br />
Raoul Dubois, miembro del Partido Comunista, elabora un informe en que analiza el éxito de las historietas<br />
y llega a la siguiente conclusión: “1. A los niños y a los adolescentes les gusta leer. 2. Las historietas<br />
se leen con más facilidad y en cualquier situación, estén cómodos o incómodos. 3. La historieta resulta<br />
práctica para llevar en el bolsillo y sale barata. 4. El niño y el adolescente no tienen nada más para saciar<br />
su sed de lectura”. Éducation nationale, 27 de enero de 1955, pp. 10-11.<br />
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