Lectura y bibliotecas escolares - OEI
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La educación literaria<br />
Teresa Colomer<br />
PARA QUÉ ENSEÑAR LITERATURA<br />
Esa es la primera pregunta para ponerse a la tarea y no puede soslayarse, porque ello conduce a<br />
muchos errores en la práctica del aula. Podemos empezar por recordar que con el lenguaje damos<br />
sentido a la realidad y que la literatura explora las posibilidades del lenguaje en múltiples ámbitos<br />
del saber y la experiencia. La literatura ofrece, pues, unas cualidades formativas –estéticas, cognitivas,<br />
afectivas, lingüísticas, etc.– que permiten afirmar que el objetivo de la educación literaria<br />
es, en primer lugar, el de contribuir a la formación de la persona, formación indisolublemente<br />
ligada a la construcción de la sociabilidad y realizada a través de la confrontación con textos que<br />
explicitan la forma en la que las generaciones anteriores y las contemporáneas han abordado y<br />
abordan la valoración de la actividad humana. Probablemente es fácil estar de acuerdo con esta<br />
afirmación, pero del análisis de la enseñanza escolar no se deduce este objetivo.<br />
Si durante mucho tiempo se ha arrastrado la idea devaluada de que la enseñanza literaria se<br />
proponía traspasar un patrimonio concreto, unas obras y unos autores que se deberían conocer,<br />
hoy parece que lo más interesante de ese legado es la posibilidad de progresar en la capacidad<br />
interpretativa de las personas, lo cual se produce siempre en el contexto de una cultura. En ese<br />
patrimonio de textos que nos llevan a entender como idea rectora, se inscribe lo que ha dado en<br />
llamarse el “imaginario colectivo”, un término utilizado por los estudios antropológico-literarios<br />
para describir el inmenso repertorio de imágenes simbólicas que aparecen ya en el folclore y que<br />
perviven y se renuevan en la literatura de todas las épocas. Se trata de imágenes, símbolos y mitos<br />
que los humanos utilizan como fórmulas tipificadas para comprender el mundo y las relaciones<br />
sociales y con los que dan forma a sus sueños, encarrilan sus pulsiones o adoptan diferentes<br />
perspectivas sobre la realidad. La cualidad colectiva de ese imaginario refuerza la representación<br />
social de una cultura, lo que contribuye a su cohesión.<br />
En esa línea, no es secundario pensar que la literatura facilita la posibilidad de conjugar distintos<br />
niveles de identidad cultural, ya que estos se superponen cada vez más en las sociedades occidentales<br />
presididas por grandes migraciones humanas o por el reconocimiento de comunidades internas<br />
que habían sido marginadas por las culturas oficiales. El patrimonio literario se constituye<br />
así como un conjunto de textos, estructuras poéticas y narrativas, símbolos, formas de enunciación,<br />
prototipos de conducta, etc., que testimonian las tensiones y avances del pensamiento humano<br />
expresado a través del arte a lo largo de los tiempos y que ofrecen a las nuevas generaciones<br />
la posibilidad de incorporarse a un fórum permanente de voces que amplían su capacidad de<br />
comprensión y disfrute de la vida.<br />
Si bien funciones históricas de la literatura como proveedora de ficciones y de educación moral<br />
comparten ahora terreno con otros canales, como las formas audiovisuales o los mass media, no<br />
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