Lectura y bibliotecas escolares - OEI
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Didier Álvarez y Silvia Castrillón<br />
pia identidad de ser. Un trabajo bibliotecario comprometido y responsable ética y políticamente<br />
es aquel que activa la capacidad de las personas para entrar en sí mismas, para preguntarse, para<br />
cuestionarse, para revisar las estructuras comprensivas que cada uno tiene del mundo y que lo<br />
alienan limitándolo en su ser.<br />
De ello se desprende que la práctica del bibliotecario escolar como mediador de la lectura con<br />
los niños y los jóvenes no es una acción al margen de su vida íntima, sino una acción premeditadamente<br />
dirigida a intervenirla. Ello le exige ser crítico de aquellas ideas que consideran que<br />
el lector debe vivir siempre en su silencio o, peor todavía, en medio de un alboroto constante<br />
de palabras ruidosas y acciones vacías. En este horizonte, el trabajo de mediación lectora de la<br />
biblioteca escolar se vuelve una acción de provocación y estímulo a la propia expresión que, no<br />
obstante, no debería ser programada o rutinizada bajo fórmula alguna de control, o reducida a<br />
una expresión individualista y egoísta.<br />
En este sentido, la mediación de la lectura en la biblioteca escolar debe impulsar la lectura y<br />
la escritura como dimensiones constitutivas de lo público. Esto es, la biblioteca debe vincular<br />
compromisos y esfuerzos personales e institucionales dirigidos al desarrollo de una democracia<br />
radical ejercida por hombres y mujeres con un sentido profundo de ser, puesto que la ciudadanía<br />
requiere de personas en camino hacia sí mismas: esto debería empezar por la presencia de las<br />
personas en la escuela.<br />
Todo ello debe ser entendido como que los bibliotecarios no se deben formar para reproducir los<br />
órdenes deshumanizantes que hoy por hoy dirigen el mundo, de la mano de los muy evidentes<br />
proyectos de normalización de la vida económica, sino que, ante todo, se deben a la conformación<br />
de la acción personal y la acción política, a la promoción de la pluralidad de visiones e intereses<br />
dentro de la comunidad local, es decir, a la radicalización de la democracia.<br />
En conclusión, la acción bibliotecaria escolar en el ámbito de la cultura escrita debe vincular a<br />
todos los <strong>escolares</strong> (y en especial a los jóvenes) a la tarea superior de luchar por adquirir la mayoría<br />
de edad, por hacerse sujetos y no objetos del mundo o de la sociedad, por hacerse a lo que<br />
algunos llaman una verdadera “educación general”. Desde luego que ello requiere una decidida e<br />
informada acción cultural y educativa que esté por fuera (o al menos en actitud de crítica) de sus<br />
prácticas tradicionales. Una acción esperanzada y esperanzadora de lo humano.<br />
Por último, y a la luz de lo anterior, podría plantearse un brevísimo ideario de la formación del<br />
mediador de la lectura en perspectiva de su labor en el ámbito escolar. El mediador de la lectura<br />
deberá tener capacidad de:<br />
1. Contribuir, en general, a la transformación de las pedagogías de la lectura y, en particular, de<br />
las prácticas pedagógicas y bibliotecológicas de la lectura y la escritura que se realizan en la<br />
escuela. En ello ha de reiterar la unidad indisoluble de la cultura escrita y la información como<br />
dimensión cultural fundamental de la sociedad contemporánea.<br />
2. Trabajar por la humanización plena de los lectores en sus múltiples condiciones de personas,<br />
sujetos sociales y ciudadanos.<br />
3. Ayudar a habilitar a los lectores en el conocimiento liberador, lo que exige que el propio mediador<br />
tenga una relación con el conocimiento que lo haga consciente de las relaciones y los<br />
mecanismos de poder que lo controlan.<br />
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