Lectura y bibliotecas escolares - OEI
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De la mediación de la lectura o de cómo “ir más allá”<br />
A la selección le sigue, en efecto, el reconocimiento de las condiciones de la lectura, es decir, de lo<br />
que Aidan Chambers llama ambiente de lectura (Chambers, 2007), en las que se evidencian y ponen<br />
en juego no solo la disponibilidad, la empatía y la habilidad del mediador para abrir el diálogo,<br />
convocar la palabra y dar lugar al silencio, sino también su contextura cultural, ética y política,<br />
así como sus búsquedas estéticas y pedagógicas. Todo ello de cara a enfrentar el reto de “ir más<br />
allá” y hacer práctica una intervención que no sea funcionalización de las personas o intromisión<br />
abusiva en su vida, que no vulnere, pero que exija con convicción y responsabilidad de mundo.<br />
No hay que olvidar que la mediación lectora no es otra cosa que comunicación de mundos que<br />
se tocan y se afectan en una búsqueda de plenitud, de presencias que se hacen compañía en la<br />
inquietante tarea de tener lugar en el mundo. La mediación lectora es comunicación que recupera<br />
y estrecha la voz propia del lector con la voz de los otros que le escriben y han contado el mundo<br />
para él. Una acción que ha de ser capaz de despertar y de estimular lo que la pedagogía freiriana<br />
llama “curiosidad epistemológica” o el anhelo de conocer para conocerse y desentrañar el mundo<br />
en su hondo misterio.<br />
ALGUNAS IDEAS DE SALIDA A PROPÓSITO DE LA MEDIACIÓN LECTORA<br />
Y LA BIBLIOTECA ESCOLAR<br />
Se necesita una biblioteca escolar afirmativa de la cultura escrita, que sea consciente de su tarea<br />
formadora de lectores, que se atreva a proponer y a aventurarse, a construir opciones de lectura y<br />
escritura. Una biblioteca escolar que entienda que las personas siempre organizan con las palabras<br />
“cosas” hacia un cierto dominio cultural, buscando la resolución de sus necesidades de identidad<br />
y presencia. Una biblioteca escolar que les sirve para ver, para hacerse evidentes, para utilizar,<br />
para seleccionar lo que de la realidad les sirve y lo que no. Por tanto, es necesario que la biblioteca<br />
escolar corra el riesgo de adentrarse en el territorio de las palabras y abandonar la absurda idea de<br />
quedarse solamente en la oferta estandarizada y formal de información, en la imagen polvorienta<br />
de “templo del saber”, o en la de parque de diversiones intrascendentes.<br />
Sin duda, las personas no ven para nada útil acoger las propuestas de lectura y escritura que vienen<br />
de una biblioteca escolar lejana de sus vidas, distante de sus necesidades. He ahí la tensión insostenible:<br />
<strong>bibliotecas</strong> <strong>escolares</strong> mudas frente a las palabras de los niños y jóvenes que piden que los vean,<br />
que se abran de par en par a sus necesidades. He aquí el reto de las <strong>bibliotecas</strong> ante los <strong>escolares</strong>: impactar<br />
sus vidas con la palabra, introducirlos al dominio de una cultura escrita que se vuelve ámbito<br />
propicio para resolver las necesidades de vida; no un oscuro territorio de negaciones y coerciones,<br />
rotundamente limitado por los mitos y ritualizaciones del libro y de la lectura que los sostienen.<br />
Para la biblioteca, humanizar con la lectura y la escritura no significa la aceptación de una identidad<br />
abstracta del escolar, sino la necesidad de afirmar una vida que debe aprenderse a vivir con<br />
dignidad, esperanza y trascendencia en medio de la incertidumbre y la contingencia del mundo,<br />
entre otras vías, por la del leer y el escribir. Humanizar desde la biblioteca escolar entonces no es<br />
impulsar una integración anestesiada de las personas a la cultura escrita para igualarlas en gustos<br />
y apetencias en un canon inmutable y fetichizado.<br />
Por otra parte, teniendo como telón de fondo el olvido de sí no hay posibilidades de hacer un trabajo<br />
bibliotecario escolar que sea humanizante. En efecto, un asunto problemático de lo íntimo,<br />
que suele no intervenir la biblioteca, es lo que algunos llaman el “olvido de sí” o la tendencia a la<br />
disolución de uno mismo en la marea social y en el mundo que, vociferantes, ocultan nuestra pro-<br />
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