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Lectura y bibliotecas escolares - OEI

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De la mediación de la lectura o de cómo “ir más allá”<br />

maestros, los bibliotecarios y otros agentes sociales en el ámbito de la cultura escrita. Esto es lo<br />

que, en última instancia, otorga un profundo –pero insuficientemente reflexionado– sentido pedagógico,<br />

ético y político a la tarea intelectual del mediador de la lectura, que lo convoca, a la luz<br />

de las propuestas de Edward Said, a ser un sujeto<br />

“[…] con un papel público específico en la sociedad que no puede limitarse a ser un simple profesional<br />

sin rostro […]. Para mí el hecho decisivo es que el intelectual es un individuo dotado de la facultad de<br />

representar, encarnar y articular un mensaje, una visión, una actitud, una filosofía u opinión para y a<br />

favor de un público” (Said, 1996).<br />

No debe olvidarse que la mediación lectora, entendida como intervención social, es realizada por<br />

agentes diversos que, en su conjunto, procesan indicaciones o mandatos que los comprometen<br />

con la tarea de mantener y reproducir el orden simbólico y las relaciones de poder que sustentan<br />

el mundo social. Ante ello emerge la amplia dimensión humanizante de las tareas ética, política<br />

y pedagógica del mediador de la lectura, que lo convocan a colaborar con las personas en el propósito<br />

de develar, comprender y humanizar las estructuras y relaciones que sustentan el mundo<br />

que habitan.<br />

La conexión existente entre mediación lectora y cultura escrita, lejos de ser obvia e irrelevante,<br />

resulta altamente significativa y útil en el momento de abordar el problema de la acción de los mediadores<br />

de la lectura (maestros y bibliotecarios especialmente) en el territorio del lenguaje y de la<br />

cultura, pues leer y escribir, al ser consideradas como prácticas fundamentales de la cultura escrita,<br />

son ámbitos de pugna, de luchas simbólicas y juegos de dominación y resistencia (de acuerdo<br />

con los planteamientos de Paulo Freire); prácticas sociales que siguen modelos, patrones históricos,<br />

protocolos de realizaciones, pero que también son susceptibles de transformación y cambio<br />

(según Roger Chartier) y, por lo tanto, se constituyen en materia de acción y de aprendizaje.<br />

Y es aquí donde debe advertirse el hecho de que para las sociedades contemporáneas la cultura<br />

escrita, específicamente las prácticas de leer y escribir (más aún la primera que la segunda) se<br />

hacen funcionales a las pretensiones de reproducción simbólica y de mantenimiento del orden<br />

social.<br />

En efecto, el sistema necesita de personas que puedan hacer un uso práctico de la lectura y la escritura<br />

en cuanto sean difundidas y apropiadas pronto y fácilmente como herramientas de introyección<br />

del orden social y estrategias de adecuación a las demandas laborales. Pero un real acceso<br />

a la cultura escrita va más allá de estos mínimos funcionales; los debe superar ampliamente y<br />

convertirlos en medio para verse críticamente a sí mismo, al otro y al mundo.<br />

He ahí la raíz de los discursos bienintencionados, culturizantes y civilizadores que difunden una<br />

idea de la lectura como un asunto vinculado a la promoción de la convivencia ciudadana y al desarrollo<br />

de competencias para el trabajo y el reciclaje profesional: autoeducación, “educación para<br />

toda la vida”, lo cual, como advierte Emilia Ferreiro, no es más que un eufemismo: “Seamos claros:<br />

la inestabilidad en el empleo, las reformas de leyes y reglamentos orientados hacia la ‘flexibilidad<br />

laboral’, están por detrás de esta expresión. El aprendizaje a lo largo de la vida es una manera elegante<br />

de decir: las nuevas tecnologías han introducido tales cambios en todas las esferas de la vida<br />

laboral que solo podemos anticipar, sin mayor precisión, que los cambios seguirán. La educación,<br />

por lo tanto, debe hacerse cargo de preparar individuos disponibles para el cambio, porque los<br />

conocimientos son perecederos, tienen fecha de caducidad como las mercancías compradas en<br />

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