Lectura y bibliotecas escolares - OEI
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Delia Lerner<br />
Si las prácticas del lenguaje involucradas en el estudio no están equitativamente distribuidas en<br />
la población, si, por lo tanto, no todos los padres tienen las mismas posibilidades de compartirlas<br />
con sus hijos, entonces es ineludible instituir esas prácticas como objetos de enseñanza cotidianamente<br />
presentes en las aulas.<br />
Si sabemos que comprender las visiones del mundo que los textos nos acercan es siempre un<br />
reto –aun para los lectores más experimentados– y que escribir para profundizar nuestros conocimientos<br />
o para dar a conocer nuestras ideas es un desafío aún mayor, si sabemos que solo se<br />
apropian de la lectura y la escritura como herramientas de aprendizaje quienes tienen oportunidades<br />
de ejercerlas con continuidad y con sentido, entonces estamos obligados a preguntarnos<br />
cómo lograr que la experiencia escolar contribuya de manera decisiva a la formación de todos los<br />
alumnos como estudiantes.<br />
Es una pregunta compartida con muchos investigadores. En las últimas dos décadas, múltiples<br />
trabajos –realizados desde diferentes perspectivas teóricas 6 – aportaron conocimientos valiosos<br />
para esclarecer la problemática planteada y vislumbrar alternativas de solución.<br />
En nuestro caso, el análisis de proyectos de enseñanza vinculados con el estudio permitió<br />
explicitar condiciones didácticas que se mostraron favorables para que los alumnos aprendieran<br />
leyendo y escribiendo, así como reformular otras que se revelaron poco propicias para el aprendizaje.<br />
Los proyectos en cuestión –en particular “Hacerse experto en…” (Lerner, Levy, Lobello y otros,<br />
1997) y “Consultora” (Lerner, 2001)– se centran en temas potencialmente interesantes para los<br />
alumnos y que no suelen formar parte de los programas en la escuela primaria: la historia del<br />
cine, del teatro o del deporte; la vida de diferentes personalidades de la cultura, etc. Contemplan<br />
la lectura de varios textos sobre el tema elegido, así como la elaboración de una producción propia<br />
dirigida a comunicar a otros lo aprendido.<br />
Destacaremos ante todo tres condiciones generales –ya analizadas en otros trabajos (Lerner,<br />
2002 y 2004)– que, entrelazadas, parecen contribuir a la formación de lectores-escritores autónomos<br />
7 :<br />
1. Plantear proyectos que se desarrollan durante un tiempo más o menos prolongado y propósitos<br />
compartidos por todos los integrantes de la clase permite a los alumnos instalarse en la<br />
duración (Sensevy, 1998) –interrumpiendo el incesante desfile de contenidos propio de la enseñanza<br />
usual–, así como tomar iniciativas para avanzar en el tema estudiado.<br />
2. Distribuir cuidadosamente las atribuciones del docente y los alumnos con respecto a la lectura<br />
y la escritura hace posible la coexistencia de dos requerimientos aparentemente incompatibles:<br />
6<br />
Los trabajos desarrollados en este sentido en psicología y en didáctica de la lengua, tanto desde el<br />
cognitivismo como desde la psicología genética y el enfoque sociocultural, son tantos que sería imposible<br />
citarlos aquí. Algunos de ellos han sido incluidos en la Bibliografía.<br />
7<br />
Por estar vinculadas con dimensiones fundamentales de la enseñanza –el manejo del tiempo didáctico,<br />
la distribución de derechos y obligaciones con respecto al contenido y las formas de organización de la<br />
clase–, estas condiciones tienen un alcance más general. De todos modos, se han hecho particularmente<br />
notables al analizar proyectos centrados en la lectura y la escritura para aprender.<br />
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