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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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las perradas de su marido, ya que las dos<br />

cuestionaban sobre cuál era más víctima; ya,<br />

en fin, que transmigraban recíprocamente,<br />

tomando <strong>Jacinta</strong> el exterior de <strong>Fortunata</strong> y<br />

<strong>Fortunata</strong> el exterior de <strong>Jacinta</strong>. Estos disparates<br />

recalentaban de tal modo el cerebro de<br />

la reclusa, que despierta seguía imaginando<br />

desvaríos del mismo si no de mayor calibre.<br />

Cortaban estas cavilaciones las visitas de<br />

Maximiliano todos los jueves y domingos,<br />

entre las cuatro y seis de la tarde. Veía la<br />

joven con gusto llegar la ocasión de aquellas<br />

visitas, las deseaba y las esperaba, porque<br />

Maximiliano era el único lazo efectivo que<br />

con el mundo tenía, y aunque el sentimiento<br />

religioso conquistara algo en ella, no la había<br />

desligado de los intereses y afectos mundanos.<br />

Por esta parte bien podía estar tranquilo<br />

el bueno de Rubín, porque ni una sola vez,<br />

en los momentos de mayor fervor piadoso, le<br />

pasó a la pecadora por el magín la idea de<br />

volverse santa a machamartillo. [290] Veía,<br />

pues, a Maximiliano con gusto, y aun se le

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