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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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de los donaires y chuscadas de la gente andaluza.<br />

Pasaron allí creo que ocho o diez días,<br />

encantados, sin aburrirse ni un solo momento,<br />

viendo los portentos de la arquitectura<br />

y de la Naturaleza, participando del buen<br />

humor que allí se respira con el aire y se<br />

recoge de las miradas de los transeúntes.<br />

Una de las cosas que más cautivaban a [157]<br />

<strong>Jacinta</strong> era aquella costumbre de los patios<br />

amueblados y ajardinados, en los cuales se<br />

ve que las ramas de una azalea bajan hasta<br />

acariciar las teclas del piano, como si quisieran<br />

tocar. También le gustaba a <strong>Jacinta</strong> ver<br />

que todas las mujeres, aun las viejas que<br />

piden limosna, llevan su flor en la cabeza. La<br />

que no tiene flor se pone entre los pelos<br />

cualquier hoja verde y va por aquellas calles<br />

vendiendo vidas.<br />

Una tarde fueron a comer a un bodegón de<br />

Triana, porque decía Juanito que era preciso<br />

conocer todo de cerca y codearse con aquel<br />

originalísimo pueblo, artista nato, poeta que<br />

parece pintar lo que habla, y que recibió del

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