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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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me los niños crudos. Mucho hablar de la República<br />

y de los cantones, y el hombre no<br />

sirve ni para los oficios más toscos… ¿Qué<br />

tal?, ¿me equivoco? ¿Es este el retrato de<br />

usted, sí o no?…<br />

Platón no decía nada, y pasó y repasó su<br />

hermosa mirada por los ladrillos del piso,<br />

como si los quisiera barrer con ella. Las palabras<br />

de Guillermina resonaban en su alma<br />

con el acento de esas verdades eternas contra<br />

las cuales nada pueden las argucias<br />

humanas.<br />

"Después -añadió la santa-, el pobre hombre<br />

ha tenido que valerse de mil arbitrios no<br />

muy limpios para poder vivir, porque es preciso<br />

vivir… Hay que ser indulgente con la<br />

miseria, y otorgarle un poquitín de licencia<br />

para el mal".<br />

Durante la breve pausa que siguió a los<br />

últimos conceptos de Guillermina, el infeliz<br />

hombre cayó en su conciencia como en un<br />

pozo, y [369] allí se vio tal cual era realmente,<br />

despojado de los trapos de oropel en que

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