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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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Europa, y ese maldito Norte nos impone los<br />

grises que toma de su ahumado cielo. El<br />

sombrero de copa da mucha respetabilidad a<br />

la fisonomía, y raro es el hombre que no se<br />

cree importame sólo con llevar sobre la cabeza<br />

un cañón de chimenea. Las señoras no<br />

se tienen por tales si no van vestidas de color<br />

de hollín, ceniza, rapé, verde botella o<br />

pasa de corinto. Los tonos vivos las encanallan,<br />

porque el pueblo ama el rojo bermellón,<br />

el amarillo tila, el cadmio y el verde forraje;<br />

y está tan arraigado en la plebe el sentimiento<br />

del color, que la seriedad no ha podido<br />

establecer su imperio sino transigiendo. El<br />

pueblo ha aceptado el oscuro de las capas,<br />

imponiendo el rojo de las vueltas; ha consentido<br />

las capotas, conservando las mantillas<br />

y los pañuelos chillones para la cabeza;<br />

ha transigido con [60] los gabanes y aun con<br />

el polisón, a cambio de las toquillas de gama<br />

clara, en que domina el celeste, el rosa y el<br />

amarillo de Nápoles. El crespón es el que ha<br />

ido decayendo desde 1840, no sólo por la

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