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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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Patricia se permitió la confianza de poner<br />

su mano en el hombro de su ama, diciéndole:<br />

[383] "Ahora sí que nos podemos acostar.<br />

¡Qué susto hemos pasado!". <strong>Fortunata</strong> le<br />

respondió: "¿Susto yo?… ¡quia!". Todo esto<br />

se decía con un cuchicheo cauteloso, y lo<br />

mismo lo habrían dicho aunque no hubiera<br />

allí un enfermo cuyo sueño había que respetar.<br />

La criada se deslizó blandamente por los<br />

oscuros pasillos y el ama entró en la alcoba.<br />

Al ver a su marido, sintió como si lo que está<br />

a cien mil leguas de nosotros se nos pusiera<br />

al lado de repente. Maxi había dado vueltas<br />

en el lecho y dormía como los pájaros, con la<br />

cabeza bajo el ala. El mezquino cuerpo se<br />

perdía en la anchura de aquella cama tan<br />

grande, y allí podía pasearse en sueños el<br />

esposo como en los inconmensurables espacios<br />

del Limbo.<br />

La esposa no se acostó, y acercando una<br />

butaca a la cama, y echándose en ella, cerró<br />

los ojos. Y allá de madrugada fue vencida del<br />

sueño, y se le armó en el cerebro un penoso

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