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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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Santa Cruz, tratando de rehacer su destrozado<br />

amor propio, negó unas cosas, y otras,<br />

las más amargas, las endulzó y confitó admirablemente,<br />

para que pasaran, terminando<br />

por afirmar que el chico era suyo y muy suyo,<br />

y que por tal lo reconocía y aceptaba,<br />

con propósitos de quererle como si le hubiera<br />

tenido de su adorada y legítima esposa.<br />

Cuando se quedaron solos los Delfines, <strong>Jacinta</strong><br />

se despachó a su gusto con su marido,<br />

y tan cargada de razón estaba y tan firme y<br />

valerosa, que apenas pudo él contestarle, y<br />

sus triquiñuelas fueron armas impotentes y<br />

risibles contra la verdad que afluía de los<br />

labios de la ofendida consorte. Esta le hacía<br />

temblar con sus acerados juicios, y ya no era<br />

fácil que el habilidoso caballero triunfara de<br />

aquella [426] alma tierna, cuya dialéctica<br />

solía debilitarse con la fuerza del cariño. Entonces<br />

se vio que la continuidad de los sufrimientos<br />

había destruido en <strong>Jacinta</strong> la estimación<br />

a su marido, y la ruina de la estimación<br />

arrastró consigo parte del amor, hallán-

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