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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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apreciar las cosas; conocía bien, por opinión<br />

de su padre y por experiencia propia, las<br />

excelentes prendas y lealtad del hablador.<br />

Siendo niña, Estupiñá la llevaba a la escuela<br />

de la rinconada de la calle Imperial, y por<br />

Navidad iba con él a ver los nacimientos y los<br />

puestos de la plaza de Santa Cruz. Cuando<br />

D. Bonifacio Arnaiz enfermó para morirse,<br />

Plácido no se separó de él ni enfermo ni difunto<br />

hasta que le dejó en la sepultura. En<br />

todas las penas y alegrías de la casa era<br />

siempre el partícipe más sincero. Su posición<br />

junto a tan noble familia era entre amistad y<br />

servidumbre, pues si Barbarita le sentaba a<br />

su mesa muchos días, los más del año empleábale<br />

en recados y comisiones que él sabía<br />

desempeñar con exactitud suma. Ya iba a<br />

la plaza de la Cebada en busca de alguna<br />

hortaliza temprana, ya a la Cava Baja a entenderse<br />

con los ordinarios que traían encargos,<br />

o bien a Maravillas, donde vivían la<br />

planchadora y la encajera de la casa. Tal<br />

ascendiente tenía la señora de Santa Cruz

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