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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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La señora de Rubín estaba aterrada. Severiana<br />

le dijo: "ya ha tenido esta noche tres<br />

achuchones de estos, y anteanoche tuvo<br />

seis. Si viniera el médico la aplacaría dándole<br />

esos pinchacitos que llaman yeciones… ¿sabe?,<br />

una gotita de morfina". Sin duda por<br />

esta frecuencia de los accesos veíalos Severiana<br />

con relativa calma, como los que se<br />

acostumbran a los prodigios del dolor humano<br />

en las clínicas. A poco de tranquilizarse<br />

Mauricia, la otra se dedicó a preparar la lámpara<br />

que debía arder toda la noche, un vaso<br />

con agua, aceite y una mariposa encima.<br />

Media hora estuvo la tarasca como dormida,<br />

pronunciando en sueños retazos de palabras<br />

[288] y fragmentos de cláusulas groseras,<br />

como retumban en lontananza los dejos<br />

de la tempestad que ha pasado. Despertó<br />

luego, y con voz sosegada dijo a su amiga:<br />

"¿Estás aquí?… ¡qué gusto me da verte! De<br />

todas las personas que veo aquí, la que me<br />

gusta más eres tú. Te quiero más que a mi<br />

hermana. Lo primerito que he de pedirle al

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