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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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- VI -<br />

Iban pasando los cansados días del verano,<br />

que es en Madrid la estación de las tristezas,<br />

porque el sueño y el apetito escasean, la<br />

sociedad disminuye, y los que aquí se quedan<br />

parece que comen el pan de la emigración.<br />

En la familia de Rubín nada ocurría de<br />

particular, pues Maxi no empeoraba, aunque<br />

todas las mañanas tenía su excitación correspondiente,<br />

más o menos aparatosa; pero<br />

mientras no llegase a un grado de furor como<br />

el de la célebre mañanita del arsénico,<br />

las dos mujeres podían llevarlo con paciencia.<br />

De noche, las depresiones se manifestaban<br />

levemente, y a veces no se conocían.<br />

Ballester había conseguido, combinando la<br />

persuasión con la severidad, apartarle en<br />

absoluto de toda lectura favorable a la concentración<br />

del ánimo.<br />

Entre <strong>Fortunata</strong> y doña Lupe no era todo<br />

concordia, como se puede haber comprendido,<br />

pues la señora de Jáuregui, observadora<br />

sagaz, [50] había comprendido que desde

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