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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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"Pues sobre que estoy sordo -dijo el simpático<br />

viejo-, la vecindad no nos deja oírnos.<br />

Callémonos, que tiempo hay de hablar".<br />

Fijó sus tristes miradas en el suelo y <strong>Fortunata</strong>,<br />

con los brazos cruzados, mirábale<br />

atenta, contemplando los estragos de la degeneración<br />

senil en su fisonomía, mientras<br />

se alejaban y extinguían en la calle los picantes<br />

ritmos del baile. La tarde caía; pronto iba<br />

a ser de noche, y como Feijoo tenía horror a<br />

la oscuridad, su [155] amiga encendió luz,<br />

que puso en la mesa de camilla, y cerró después<br />

las maderas.<br />

"¿En dónde has estado hoy?" le preguntó D.<br />

Evaristo, que casi todas las noches le hacía<br />

la misma pregunta, no por fiscalizar sus actos,<br />

sino porque de aquella interrogación<br />

salía casi siempre una plática agradable.<br />

- Pues hoy al mediodía subí a casa de las<br />

del cura -dijo ella sonriendo y pasándole el<br />

brazo por encima de los hombros-. Son dos<br />

sobrinas o qué sé yo qué, guapillas, y se parecen<br />

aunque no son hermanas. Ayer estu-

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