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Benito Perez Galdos - Fortunata y Jacinta - v1.0

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pero en espíritu <strong>Fortunata</strong> se había ido a los<br />

antípodas.<br />

Dos o tres días después, volviendo del Saladero,<br />

a donde fue para decir a su hermano<br />

que pronto le soltarían, vio Maximiliano a<br />

Santa Cruz guiando un faetón por la calle de<br />

Santa Engracia arriba. Ya tenía el brazo bueno.<br />

Miró a Maxi, y este le miró a él. Desde<br />

lejos, porque el coche iba bastante a prisa,<br />

observó Rubín que este entraba por la calle<br />

de Raimundo Lulio. ¿Pasaría luego a la de<br />

Sagunto? Nunca como en aquel momento<br />

sintió el exaltado chico ganas de tener alas.<br />

Apresuró el paso todo lo que pudo, y al llegar<br />

a su calle… ¡Dios!… lo que se temía… <strong>Fortunata</strong><br />

en el balcón, mirando por la calle del<br />

Castillo hacia el paseo de la Habana, por<br />

donde seguramente había seguido el coche.<br />

Subió el joven farmacéutico tan rápidamente<br />

la escalera, que al llegar arriba no podía respirar.<br />

Es que para ser celoso se necesitan<br />

buenos pulmones. Cayose más bien que se<br />

sentó en una silla, y su mujer y Patricia acu-

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